Más de 300 personas encerradas una semana en un hotel sellado por policías con mascarillas por la probabilidad lejana de haberse cruzado con un infectado. La reacción de Hong Kong ha sido globalmente aplaudida, pero también criticada por excesiva y propagandística. La caza humana empezó por lo básico: los 142 pasajeros y la tripulación del vuelo que trajo al enfermo mexicano desde Shanghái. La policía los ha buscado uno por uno. Hay problemas serios para dar con todos los clientes que coincidieron con él en el hotel Metropark, en la zona de Wanchai.

Para cazar a los dos taxistas (A y B), la policía utilizó protocolos reservados para los peores criminales. El taxista A condujo al mexicano del aeropuerto al hotel, y el B, del hotel al hospital. La empresa de taxis de A le aconsejó entregarse, pero se negó. La compañía informó al Departamento de Salud, y este a la División de Investigación Criminal de la Policía, que localizó el taxi de A. Otro taxista se identificó como B, pero rehusó entregarse. Rastrearon su móvil, lo localizaron y se preparó su captura. Un chasco: resultó ser un gracioso. El taxista B se entregó unas horas después.