Un himno es un himno, o sea, su poquito de viva España, sus verdes prados, algo de patria y así, en ese plan. Sencillito para que pueda aprendérselo todo el mundo, desde los niños de infantil para la visita del Rey, hasta los jugadores de fútbol pasando por políticos diversos. Nada de rimas difíciles ni silvas ni sonetos. Ni un quiasmo, ni un zeugma ni siquiera alguna epífora, o cualquier figura literaria del libro azul de lengua de Lázaro Carreter . Un chunda chunda, para que nos entendamos, pero con letra. Y facilita, a ver si vamos a poner alguna idiosincrasia o estatuto, con la rima tan extraña que tienen. Ni más ni menos que lo que ha hecho Paulino Cubero , el autor del himno que sistemáticamente ha sido destrozado por unos y por otros, hasta que los del COE lo han retirado por el rechazo general. Que si era facha, que si patético que si tenía poca calidad literaria. Lo dicho, qué esperaban. Es verdad que hay otros poemas a cien años luz, pero quién canta algo de Garcilaso cuando la selección acaba de marcar o quién se acuerda de Góngora si perdemos. Y, sobre todo, por qué ensañarse con el ganador, y no con el jurado. El autor se limitó a presentar su obra y lo menos que podían haber hecho era defenderlo. No me gustan los himnos, pero me cae bien este hombre. Escribe mensajes poéticos a su mujer por el móvil, y se ha visto envuelto en un circo que no entiende. Para acabar así, mejor que ni lo hubieran premiado. En un país como el nuestro, es difícil conseguir que todos cantemos con una sola voz, como dice Paulino, a no ser que sea para merendarnos a alguien, que para eso nos sobramos, hasta sin música.