Es imposible chuparse el codo. Esto no lo digo yo, lo dice la comunidad científica, y los científicos, para los que creen en las estadísticas, son lo más parecido que hay a Dios. Y resulta que Dios decidió en su tiempo ponernos el codo lo bastante alejado de la lengua como para que no pudiéramos liarnos a lametones con él. Sus razones tendría. Así que es mejor dejarlo así. ¿Saben?, en Pekín existe un organismo con un nombre fantástico: la Oficina de Modificación del Tiempo. Esta oficina es un polvorín, dispone de más de 7.000 baterías antiaéreas y 5.000 lanzaderas de misiles, todo ello con el fin de engañar al destino climatológico. Cuando las nubes aparecen por el horizonte, desde la oficina ordenan lanzar cohetes y proyectiles cargados de yoduro de plata, un catalizador que libera hidrógeno que, en contacto con el oxígeno de la atmósfera, acelera el proceso de la lluvia. De momento, los chinos han sido capaces de ofrecer lluvia bajo demanda a una superficie similar a la de España. ¿Parece genial, no? Pues no. Todo era fantástico hasta hace poco. Los chinos estaban apaciguando la sequía y sus problemas de contaminación en el aire, pero ya hay voces críticas pidiendo acabar con ello. Aseguran que va contra natura, que es como chuparse el codo y que eso de alterar el ciclo normal de las nubes traerá consecuencias graves. Es como montar un taller de educación sexual para jóvenes. ¡Santo Dios! ¿Para qué acelerar el ciclo normal?, ¿para reducir las tasas de embarazos no deseados, las cifras de aborto en adolescentes, el número de afectados por enfermedades de transmisión sexual-? No. Si Dios hubiera querido que nos chupáramos el codo no nos lo habría puesto tan cerca del culo. No se puede ir contra natura.