Más de 40 de los 44,2 millones de españoles tienen teléfono móvil. Incluso el número de terminales (44,3 millones) supera al de ciudadanos. Parece que la cosa no da para más, pero algunas empresas aún han encontrado un grupo de población que podría aumentar el número de aparatos: los niños que tienen entre 4 y 10 años.

Varias compañías llevan un tiempo comercializando celulares infantiles, que incluyen muy pocas teclas, tienen las llamadas restringidas y son muy fáciles de usar. El último producto es el Mo1, que Telefónica Movistar e Imaginarium pondrán en el mercado durante la campaña de Navidad y que ha sido presentado como un utensilio "pensado para educar a los niños en el correcto uso del móvil".

Pero mientras el mundo empresarial hace palmas y más de un padre alaba las bondades del invento, varios expertos consultados por este diario aseguran que todas esas supuestas ventajas no son más que excusas por no poder pasar más tiempo con los hijos, afirmaciones con fines comerciales y demás tesis que esconden posibles consecuencias negativas para los pequeños de la casa.

Defensores

Los defensores del telefonino infantil arguyen que los padres se pueden sentir más seguros cuando el niño está solo. Jorgé Ferrer, psicopedagogo y médico especialista en desarrollo infantil, está en total desacuerdo: "Un niño de 6 o 7 años debe estar siempre acompañado de un adulto, sea familiar o un canguro. Y si rara vez se queda sin nadie en casa, ya tiene el teléfono fijo". Estos móviles para edades tan tempranas, según Ferré, "no tienen ningún sentido, ni siquiera como juguetes, pues hay otros mucho más divertidos y que enriquecen su intelecto". Es más, como explica Cristina Ramírez, profesora del departamento de Psicología Evolutiva de la Universidad de Barcelona, "es imposible no pensar en alguna travesura. Los niños son muy espabilados, pero de tan pequeños no saben administrar el teléfono y pueden hacer llamadas que no tocan cuando están solos por mucho que les hayan enseñado". Lo que tendrían que hacer los padres, según Ramírez, es "regalar más tiempo", y no tantos juguetes y artilugios.

Solo un poco más suave se muestra José Fernández, del equipo directivo de la Asociación de Maestros Rosa Sensat, quien destaca que esos teléfonos no han nacido fruto de una necesidad manifestada por los padres. "Hay que buscar antes que nada los intereses comerciales", recomienda. La aparición de estos celulares, según Fernández, "demuestra algunas de las carencias de la sociedad actual y los problemas de no conciliar la vida laboral y familiar".

Las compañías que lo comercializan afirman que es una manera de educar a los niños en el correcto funcionamiento de este aparato. Además, los defensores consideran que el móvil ya es un elemento tan habitual como un televisor y que no se debe apartar a los niños de estas tecnologías.

"Estamos en las mismas --replica la profesora Ramírez--. ¿Qué necesidad tiene un niño de 4 años de aprender a utilizar un móvil Hay que ir enseñándoles de forma progresiva, y a esas edades la forma de educar debe ser muy visual, sin perder el contacto con ellos, y no a través de un micrófono".

Esta teoría la comparte Mario Martínez, profesor de orientación educativa. "No porque un elemento esté presente en la sociedad significa que se debe utilizar a la edad que sea", añade. Otra crítica demoledora la aporta el doctor Ferré: "Se dan ya casos de preadolescentes que presentan cuadros de ansiedad y trastornos de atención en clase por culpa de la adicción al móvil. No sería cuestión de favorecer la aparición de estos problemas en edades aún más tempranas, ¿verdad?". Así es, insiste la profesora Ramírez, que recuerda que varios estudios alertan de los posibles daños cerebrales a causa de las ondas electromagnéticas.