TDtesde que los franceses se pusieron duros con el Tour hemos descubierto que las auténticas drogas de diseño se mueven entre las dos ruedas. Antes los padres querían que sus hijos fueran como Perico Delgado o Induráin , pero ahora, si un hijo te sale ciclista, es preocupante, porque en el pelotón hay más sustancias prohibidas que en la guantera de la furgoneta de Pocholo . "¿Y la familia, qué tal?". "El mayor muy bien, estamos muy contentos con él, pincha en un after todos los días desde las 5 hasta las 12 de la mañana, pero el pequeño nos tiene muy preocupados porque ha empezado a salir con unos ciclistas profesionales".

Con los últimos acontecimientos de la ronda gala estoy desanimado. Por culpa de unos cuantos, al ciclismo le ha salido un grano en el culo, que es lo peor que le puede ocurrir a un ciclista y también lo peor que nos podía pasar a los que amamos el deporte desde la base (desde la base del sillón). Los ciclistas corruptos nos han jodido bien porque nos han destrozado el mito de los héroes deportivos, una leyenda que hemos gestado durante muchos veranos tumbados cada mediodía en el sofá de casa. Entonces, el ciclismo era como los tebeos del Capitán Trueno. Siempre ganaban los buenos. Ahora es como un manga japonés, todos son sospechosos. Decían en un programa de deportes que los ciclistas son esclavos de lo que está ocurriendo y que muchos tienen la culpa porque se venden por un plato de arroz. Pero es que en estos tiempos es fácil venderse por un plato de arroz si la paella cuesta 7.000 euros, como las que preparaba en Mérida la Gerencia de Urbanismo. "¿Y la familia, qué tal?". "El mayor fenomenal, después de pinchar en el after tiene un negocio de Telepaella en Mérida, pero el pequeño me preocupa, sigue empeñado en practicar deporte de elite".