El virus que causa el sida, el VIH, difícilmente se podrá elimina rde las células del sistema inmunológico que ha invadido, en las que se instala mimetizándose con su genoma. Quienes investigan con ese objetivo, chocan desde hace decenios con una barrera que lo hace inaccesible. Incluso cuando se suprime casi totalmente de la sangre de los infectados que toman rigurosamente los fármacos indicados, el virus no desaparece de los denominados reservorios, unos núcleos que no se alteran en presencia de los medicamentos, para desesperación de cientos de científicos de todo el mundo. Por esa vía, será difícil acabar con el sida, admiten, pero tal vez sí se conseguirá poner fin a la epidemia impidiendo que el virus pase de una persona a otra a través del semen, la sangre o, en ocasiones, la saliva.

Ese objetivo, con frecuencia calificado de utopía, vuelve a ser visto como “factible”, si se consigue ejecutar con precisión los planes que diseñan decenas de instituciones pública y privadas de todo el mundo. Inversiones no faltan, en especial, desde las fundaciones y fondos que vuelcan millones de dólares en una misma dirección: que dentro de “cuatro o cinco décadas” la pandemia del sida haya pasado a la historia.

LO MISMO, MUCHO MÁS BARATO

El primer requisito es asegurar que el tratamiento antirretroviral de última generación -las innovaciones farmacológicas que llegan a los pacientes occidentales- sean accesibles de forma simultánea para los infectados del resto del mundo, a un coste reducido hasta un 300%, como sucede en la actualidad. “Si la infección se trata y controla adecuadamente de forma masiva en los cinco continentes, esas personas dejarán de ser transmisoras del virus, aunque lo sigan teniendo en su organismo -explica Roger Paredes, investigador del laboratorio IrsiCaixa de Badalona, que dirige el doctor Bonaventura Clotet-. Si el VIH no se transmite, la progresión de la epidemia se corta. Sin nuevas generaciones de infectados, el sida habrá desaparecido del mundo”. A medida que fallecieran los actuales portadores del virus, conjeturan, esa extinción sería absoluta y definitiva.

“Es factible”, reitera Paredes. “Hay muchas agencias científicas empeñadas en esto”, asegura. Este propósito convierte en una triste ironía, a juicio de numerosos médicos, la actitud casi autolesiva de los colectivos informados y conscientes que mantienen su especial acercamiento a la posibilidad de contraer el VIH manteniendo relaciones sexuales múltiple con personas que no conocen y sin ningún método -preservativo- susceptible de impedirlo.