Pamplona era ayer la ciudad resaca por antonomasia. Parecía que todo hubiera sido un montaje virtual y solo los efluvios que aún conservaba la parte vieja, a la espera del viento del norte, daban fe de que algo gordo pasó por estas calles.

Pamplona hizo ayer balance de los Sanfermines con datos policiales y sanitarios. La conclusión de la alcaldesa, Yolanda Barcina, fue que han sido las mejores fiestas desde que ostenta la vara, en 1999.

Poca política y mucha juerga. Es la pócima que precisa esta fiesta de cartel internacional para transcurrir sin graves problemas. Además, la autoridad municipal destacó que también han sido los Sanfermines más limpios, con 13,5% menos de basura, en total 1.114.220 kilos recogidos en las calles.

Ni los 225 operarios ni las 60 máquinas usadas a diario en la limpieza podían disimular el olor a orines que aún persistía en numerosos rincones. Tampoco, por lo visto, han sido suficientes las 381 cabinas y urinarios colocados a disposición del público. De hecho, hubo 400 denuncias por orinar en la vía pública.

Encierros limpios

Hay personas que todavía consideran las fiestas de San Fermín como la anarquía total, incluida la de la zona baja y es, evidentemente un grave error, porque cada una de esas denuncias supone el desembolso de 300 euros, lo que no está nada mal pagado por darse un alivio en cualquier esquina.

Exito también de los encierros, la gran mayoría transcurridos con carreras limpias y, curiosamente, el hecho más grave que debe lamentarse corresponde a un golpe de las vaquillas que se sueltan después del encierro en la plaza de toros. Fue ahí donde el norteamericano de 31 años Ray Ducharme que quedó parapléjico. Fue una de las tantas víctimas de la fiesta.