Vivir en comunidad es a veces una fuente de conflictos. Si se sabe aprovechar, puede ser una oportunidad para generar bienestar. El urbanista Jordi Borja (en la foto de abajo) se imagina la ciudad perfecta como aquella en la que "todo es espacio público, un lugar de mezcla de personas y actividades, donde la seguridad se combina con lo imprevisible y la sorpresa". Una ciudad que parte de una idea colectiva antes que privada. "Ciudad de barrios y ciudad metropolitana, con gobiernos elegidos en los dos ámbitos, donde predominen las agrupaciones ciudadanas sobre los aparatos partidarios", explica.

¿Y esto en qué se traduce? "Hablamos de una ciudad donde la vivienda no puede costar más del 10% de los ingresos familiares. La especulación del suelo se suprime mediante la socialización de la propiedad urbana o a través de una fiscalidad que permita recuperar la plusvalía. Habrá transporte colectivo las 24 horas del día a menos de 300 metros de cada casa y no habrá semáforos, salvo en algunas vías anchas. El ciudadano a pie tendrá prioridad. La ciudad ofrecerá trabajo a todo el mundo y, si no, un salario ciudadano y formación continuada".