En la vida hay cosas que no se eligen, el resto es justo lo contrario, una elección tras otra. Una que viene de serie es tu nombre. Te toca el que te toca. Ya puedes cruzar los dedos porque la fortuna es caprichosa y puede que no te quede otra que honrar a tu tatarabuela, tu hermana mayor se encapriche con el apodo de tu vecina o tu madre haya visto Juego de Tronos. Muchas Khalessi hay ya. Con los apellidos más de lo mismo. Tu familia es la tuya y no hay más. El orden no importa. Otra cosa es que te los cambien sin que tú te des cuenta como le ocurrió a Osvaldo. Cuando nació, los funcionarios se confundieron en el registro y bailaron una letra. El verdadero es Denis pero en su dni figura Denes. A estas alturas no va a rectificar el error. Le da pereza el papeleo y para poco le va a servir porque todos le conocen como El cubano. Y eso que lleva ya doce años en España. Es tan español como todos aunque su acento le delate. Eso tampoco se elige. Osvaldo Denes Mesa (Cuba, 1972) tiene el garbo de quien trabaja con el público. Está acostumbrado a las caras. Se desenvuelve con el mismo desparpajo en la conversación como mezclando bebidas. Empezó «pelando papas» y ahora es famoso por sus cócteles. Su sitio está detrás de una barra.

Él no lo dice pero está claro que esa gracia natural la heredó de Varadero, la costa cubana de la arena fina y las playas cristalinas. Allí creció en plena zona turística. Como tantos, trabajaba en un hotel hasta que un día le ofrecieron un puesto mejor en un complejo en las Canarias. De alguna manera le pedían volver a su otra casa porque tiene raíces españolas. Su abuelo, Juan Denis Santana, se exilió durante la posguerra y se enamoró de Cuba. Él no lo conoció porque murió cuando tenía cinco años. «Solo por fotos». No lo dudó. Hizo las maletas y voló a España. Para su desgracia todo se torció nada más aterrizar. Todo lo que prometieron se esfumó» y empezó dar «tumbos y tumbos» hasta que su tío Julio Acosta Mesa, El poeta cubano, otro hombre de apodos, le ofreció refugio en Badajoz. En Extremadura volvió a empezar de cero. No fue fácil. «Llegué y no conocía a nadie». Su nueva vida también arrancó detrás de una barra, la del extinto café Victoria, en la esquina de San Juan, lo que ahora es el Carmen. Tuvo que adaptarse porque «la cultura es diferente en cada sitio». «Yo no sabía qué era una media blanca, qué cosa más rara». Era pan con mantequilla. Se cansó pronto de aquello y decidió mostrar lo que había aprendido en Varadero: a hacer cócteles. Se plantó en la Mercantil a ofrecerse como coctelero. «Vengo a hacerte una propuesta», soltó. «Había noches que sacaba 10 o 15 euros». Muchas cajas pequeñas hizo hasta que le apodaron El Cubano. Ahora se jacta de hacer el «auténtico mojito» y ridiculiza que «el azúcar moreno es un invento español». Se vanagloria de respetar la receta con fidelidad aunque reconoce que también ha sucumbido al hielo picado y en alguna ocasión se ha atrevido a experimentar. «Tuve un cliente que era diabético y le preparé uno con sacarina». De esta fórmula, vox populi, no tiene inconveniente en dictar los ingredientes pero se guarda con celo los de su propia cosecha. Nadie sabe qué llevará su Noche de lobos aunque con ese nombre cualquiera se hace una idea. Es su secreto. Y tiene más porque con el tiempo ha dado nombre a muchas pócimas. Se ha atrevido con cócteles de cerveza, uno lleva el título de una radio y hasta sus hijas Melanie y Natalie tienen uno.

Desde hace años compagina su trabajo en La Marina con sus propios eventos y aunque dice haber cosechado éxito haciendo bailar a las bebidas, confiesa que nunca pensó ser coctelero. «Siempre me gustó la música». En Cuba era el dj de las fiestas y las bodas de los amigos, que no son como las españolas. «Allí tú vas y no tienes que dar nada no como en España, que pagas las vacaciones a los novios». De Badajoz se irá cuando le toque la lotería. Se ríe porque apenas juega. A Cuba volverá cuando la cosa mejore. Será tarde entonces. Él no se exilió por motivos políticos pero amenta que toda posibilidad de mejora es complicada «si un país está bloqueado por los americanos». Aunque no se olvida y visita a la familia cada dos años. Los pasajes son caros. La última fue hace tan solo unos meses así que tendrá que esperar a 2020 para la próxima. De momento sigue siendo El Cubano de Badajoz, el del mojito auténtico». Habrá que probarlo.