TDtecía Van Gogh que él aprendía más en los bares y en los museos que en las academias. Yo, donde realmente aprendo es en el bus urbano. En Mérida, cojo un autobús junto al río. Una señora le pregunta a otra por su marido y se arma la de Troya. "Ahora lo tengo a raya. Me he enterado de que me tendría que pagar 200 pesetas cada vez que plancho una de sus camisas así que se acabaron las contemplaciones. Cada vez que se queja de su trabajo, yo le echo las cuentas: 200 cada camisa, 250 cada pantalón con raya, 150 cada camiseta... Y se calla, vaya si se calla". Resulta que en Extremadura se están instalando tiendas de planchado de ropa. Alguna tiene un nombre muy simpático: ¡Ven! Que te plancho . Aunque a los maridos no les hace ninguna gracia porque se ha corrido la voz de los precios del planchado, las señoras han extrapolado los datos y caen chuzos de punta.

Esta semana he aprendido más cosas en el bus urbano. Volviendo en Badajoz del mercadillo de San Roque, una señora subió bien cargada y cuando una conocida le preguntó por sus achaques, reveló su último descubrimiento anticolesterol: "Los chochos secos, hija, que te tomas uno en ayunas y se acabó. He comprado un kilo en el mercadillo y eran los últimos". Todos en el autobús nos entusiasmamos con el mágico descubrimiento y la señora, orgullosa, no sólo nos detalló la posología del chocho seco, sino que se puso a repartir puñaditos entre los viajeros. Yo me he traído unos cuantos y oye, mano de santo.

*Periodista