Entre el miércoles y el viernes pasados, cuando se celebró en la sede de Naciones Unidas en Nueva York una Asamblea General extraordinaria para debatir y acordar los próximos pasos que el mundo debe dar en la lucha contra el sida, la enfermedad acabó con la vida de 25.000 personas. Pero la urgencia que debería provocar una cruda estadística como esa no se deja sentir en el documento que se logró consensuar en la cumbre de Nueva York, una Declaración de compromiso, no vinculante, en la que han quedado en evidencia los intereses económicos, políticos y religiosos que siguen lastrando el combate de la pandemia 25 años después de la aparición del virus.

En las ocho páginas del texto, aprobado tras tres días de tensas e intensas negociaciones entre las delegaciones y los representantes de 800 grupos civiles de todo el planeta, hay algunos avances. Entre ellos figura que se reconoce la "feminización" de la epidemia y se deja constancia de la importancia de educar a los jóvenes y facilitar la medicación para los más pequeños.

Sin embargo, los pasos atrás o el estancamiento respecto a la cumbre anterior, celebrada en el 2001, pueden tener serias consecuencias. No se fija ni un sólo objetivo numérico sobre el número de infectados que se debe aspirar a tratar. Tampoco --y por la presión de los principales donantes, como Estados Unidos, Japón o la Unión Europea-- se establece ningún objetivo económico concreto sobre el dinero que hay que invertir en la lucha contra la enfermedad. Eso sí, se reconoce que esa cifra debe estar entre los 16.000 y los 18.000 millones en el 2010, casi el triple de los 6.800 millones invertidos en el 2005.

El documento habla genéricamente de los "grupos vulnerables" pero, por presiones religiosas de países islámicos y algunos latinoamericanos que temen que se alimente la "promiscuidad", no se menciona específicamente a algunos de esos grupos: prostitutas, homosexuales y drogadictos intravenosos.

CRITICAS AL TEXTO "El documento es patéticamente débil y es destacable que los gobiernos no puedan fijar objetivos ni puedan nombrar a la gente que es más vulnerable", denunció Sisonke Msimang, activista de la African Civil Society Coalition. Su crítica era una de las muchas que se oyeron tras la aprobación del texto, que también denunciaron otros representantes. "Ojalá hubiéramos sido un poco más francos", dijo desde la secretaria británica de Desarrollo Internacional, Hilary Ben.

Ben criticó los esfuerzos de países como EEUU por promover la abstinencia como herramienta clave de lucha contra el sida. "Está bien para los que son capaces de abstenerse pero a los seres humanos les gusta mantener relaciones sexuales y no deberían morir por hacerlo", dijo. Otros, sin embargo, defendían el acuerdo y destacaban los avances.