Pasará el tiempo y recordaremos la faena de Moura padre al toro Hogareño, de Luis Terrón. Hubo tres banderillas, sobre el tordo Castella, que fueron el mejor compendio de lo ha sido la evolución del rejoneo desde que llegó a él, hace casi 35 años, aquel a quien llamaban El Niño Moura .

En esos tres pares no hubo ningún paréntesis, y todo fue maravillosamente ligado. Tomaba el maestro de Monforte la banderilla y se iba al buen toro, quien acudía presto al caballo. Llevaba a cabo la preparación de forma vistosísima, con el toro encelado, ora a la grupa, ora al estribo cuando Moura cabalgaba a dos pistas.

Un clamor

A esa preparación seguía el ir de frente al animal para clavar con ajuste de arriba a abajo, y después llegaba el remate que lo era de la misma forma que la preparación. Así hasta tres veces en lo que fue un clamor porque todo fue a más.

No está delgado el gran rejoneador pero conserva los atributos que le han hecho uno de los toreros a caballo más importantes de la historia.

Cortó dos orejas a ese astado y otra al cuarto, con dos pares magníficos sobre el palomino Merlín.

Moura hijo topó con un toro noble pero paradito y estuvo bien sobre Espartaco, cuando iba de frente y batía al pitón contrario. Paseó una oreja de ese astado y otra del quinto en la que lo más destacado llegó sobre Perera también al ir de frente.

A dos manos

Leonardo Hernández fue premiado con un apéndice del tercero tras una faena de buen corte sobre Templario y Oh 31, y se superó en el sexto con dos grandes pares en los medios, de frente sobre Verdi, labor que subió de tono sobre Xarope en un par a dos manos y las cortas al violín.