Jamás se hubiera imaginado que el VIH lo alcanzaría a él, una persona excepcionalmente informada y preocupada. Es homosexual, tiene 40 años y nació en Argentina. Dirige su propio despacho de arquitecto en Barcelona. Con frecuencia --antes de tener sida-- viajaba a Nueva York, donde trabaja para algunas empresas.

Ismael --no da su nombre auténtico por temor a perder clientes-- apenas sale a tomar una copa. No va a las fiestas que frecuenta el colectivo homosexual, aunque sí lo hizo una noche del verano del 2007. "Me fui --mantuvo una relación sexual-- con una persona que no sabía que estaba infectada. Bajé la guardia y el control con que había mantenido mi vida se desvaneció". Supo que acababa de infectarse por un fortísimo resfriado que sufrió en pleno verano, que le hizo sospechar. "Vivo atado a los tratamientos, que me alteran el colesterol y el azúcar de la sangre. Cada mes he de ir en busca de los fármacos, con lo que se me han acabado los viajes a Norteamérica". En EEUU no se admite a los seropositivos que viajan al país. Ismael apenas se atreve a comentar con nadie su situación, consciente de que el término sida mantiene casi intacto el estigma y el rechazo que lo embadurnó hace 25 años.