TStabia decisión la de los ayuntamientos esa de no contratar a grandes bandas de rock para las fiestas de verano. Además de carísimas, dejan insatisfecha a mucha gente. A unos por aburrimiento y a otros porque estiman que ya está bien de endiosar a tipos a los que por hora y media de actuación se les costean extravagancias con dinero ajeno. Por eso cuesta entender que el Estado juegue a la contra y contrate a esa megabanda ítaloalemana llamada Sumo Pontífice y los del papamóvil, por más que digan que va a ser el éxito del verano. Georgie Dann habría salido mucho más barato.

Los que entienden de estas cosas aseguran que, a pesar de que el caché supera los treinta millones de euros, se recogerán unos cien millones de beneficios; sin embargo, me temo que en el negocio del espectáculo lo único claro son los gastos. De lo que no hay duda es que el número de los cabreados va a ser tan grande como el de los indiferentes y muy superior al de los fans. Ni compensa ni lo estimo oportuno. Y no lo digo por malababa. Confieso sentir una admiración moderada por esta banda que, entre otros méritos, cuenta con el de ser el único grupo del mundo al que se paga para escuchar al representante y no a la Figura Estelar, que es como pagar por ver al apoderado de José Tomás largar discursos en el ruedo.

Yo respetaba sus primeros discos, los de letras directas y sencillas, tipo "amaos los unos a los otros" o aquella de "no juzgues si no quieres ser juzgado"; pero desde que se pasaron al rollo duro del "más crucifijo y menos contrato fijo" o "divorciadas y abortistas, al exorcista", o " al rojo y al maricón, excomunión", cambio el dial cada vez que suenan. Serán unos superventas, pero a mí lo suyo me sigue pareciendo un montaje de luz, propaganda, ruido, y poca letra.