D. N. A. se encontraba el 16 de agosto de hace dos años en la terraza de un bar de Girona y en una mesa adyacente A. A. S. con su perro rottweiler Thyson. El animal estaba suelto y, según un testigo, sin bozal. Cuando D. N.A se acercó al animal para acariciarle la parte posterior de la cabeza, el can se abalanzó sobre él y le arrancó de un mordisco la parte inferior del labio, destrozándole la boca. Un juez de Primera Instancia de Girona ha condenado al propietario del chucho y a una aseguradora a pagar casi 12.000 euros a la víctima por los daños y las secuelas que le han quedado.

Después de la mordedura, D. N. A. se dirigió inmediatamente a un ambulatorio y, a raíz de la gravedad de las lesiones, lo derivaron al Hospital Universitari de Tirona Doctor Trueta y de allí al Hospital Vall dHebron de Barcelona. Los facultativos le diagnosticaron la pérdida de sustancia a nivel de comisura labial derecha. Según explicó el amigo que le acompañaba en el bar, él mismo tuvo que recoger del suelo el labio y llevarlo al centro sanitario. La sentencia subraya que la raza rotweiller es potencialmente peligrosa y que el perro en poco tiempo atacó a dos personas.

La demanda recoge en el artículo 1905 del Código Civil: El poseedor de un animal o el que se sirva de él, es responsable de los perjuicios que causare, aunque se le escape o extravíe. Sólo cesará esta responsabilidad en el caso de que el daño proviniera de fuerza mayor o de culpa del que lo hubiera sufrido. De ahí, que durante el juicio el caballo de batalla fuera si el herido, representado por el despacho Vosseler, fue prudente al acercarse al perro, según con él, con el consentimiento del dueño . El amo del can y la aseguradora argumentaron que la culpa fue de D. N. A, al que se le advirtió que no se aproximara al animal y haciendo caso omiso le tocó e hizo el gesto de besarle en el hocico. El lesionado, sin embargo, defendió que eso no fue así.

Culpa o negligencia

La sentencia alega que lo importante no es evaluar el carácter del perro y si es una raza peligrosa, si no determinar si existió culpa o negligencia del herido en el ataque que sufrió. El juez da valor al testimonio del amigo de D. N. A., que aseguró que el can no llevaba bozal y que no recordaba si estaba atado. El propietario del animal propuso para declarar a otra persona y esta culpó al perjudicado de la acción, pero el togado resta credibilidad a su versión por las contracciones en las que incurrió.

El fallo judicial señala que cabe albergar dudas si el perro llevaba bozal, pero que si lo tenía puesto lo que es indudable es que, bien porque el modelo no era apropiado, bien porque estuviera mal colocado o por cualquier otra circunstancia, este elemento de protección no cumplió su cometido. Prueba de ello, recalca, es que el perro "mordió en la cara" a la víctima. En consecuencia, por no haberse acreditado la culpa exclusiva de la víctima, ni que la reacción del perro precediera de una provocación, precede condenar al dueño del animal y la aseguradora.