En las aulas de seguridad vial de Francia, Holanda, Gran Bretaña, Estados Unidos y otros países avanzados se conoce a España como el país del "crimen folclórico". La expresión se hizo popular entre los expertos al difundirse la primera sentencia por la que Farruquito se libraba de pisar la cárcel pese a haber cometido un cúmulo de tropelías que en cualquiera de esos países habría comportado largas condenas. Un mínimo de cinco años en Francia, por ejemplo. Según el principal sabio español en la materia, Luis Montoro, la definición sirve para "describir a la perfección" un país en el que los homicidios y otras graves conductas salen casi gratis si se cometen al volante.

España acumula un atraso de décadas en la legislación de tráfico respecto de los países de su entorno que ha empezado a subsanar con la implantación del carnet por puntos y con una reforma del Código Penal que empezará a tramitarse en el Congreso en octubre.

En la actualidad es casi imposible pisar la cárcel por los denominados delitos contra la seguridad del tráfico. Aunque teóricamente se establecen penas de hasta dos años de prisión por el exceso de velocidad, la conducción temeraria y el alcohol, la norma da un amplio margen a la arbitrariedad de los jueces y estos suelen dictar sus sentencias a la baja.

En los últimos dos años solo se conoce el caso de un conductor detenido en Lleida que fue a la cárcel para cumplir una condena de seis meses por cuatriplicar la tasa de alcohol en sangre e ingresó porque era un contumaz reincidente. Un juez de Manzanares dictó en marzo una pena de cuatro meses a un conductor con la L, circulaba a 213 km/h por una autovía.