Los centros educativos son gobernados por un consejo escolar que aprueba un reglamento interno y refrenda las sanciones graves. Siempre me ha llamado la atención que el mayor castigo del particular código penal de los centros fuera la expulsión. Me resulta incomprensible que hasta los 16 años sea obligatorio ir todos los días a clase, que unos padres puedan ser denunciados si no escolarizan a su hijo, pero que lo envíen a casa (o a la calle) si se porta mal. Tampoco he entendido cómo se pueden castigar a alguien privándole de una obligación, pero son tantas las cosas que me descuadran en la educación oficial que ya casi nada me sorprende. De vez en cuando sí que hay cosas que me escandalizan, como la decisión de un instituto de Pozuelo de Alarcón de impedir a Najwa Malha asistir a clase. Esta chica quiere llevar un pañuelo en la cabeza y hace ocho años no habría pasado nada porque entonces se puso de moda. Recuerdo que mis alumnas me parecían ridículas emuladoras de doña Rogelia y me preguntaba si llevaban la prenda por voluntad propia o por las tiránicas imposiciones de la moda. El reglamento del instituto de Najwa prohíbe llevar cualquier cosa sobre la cabeza, algo que afecta a su hiyab pero no a las diademas y cintillos de sus compañeras. Y en estas llega el consejo escolar, al que no le preocupa ni la libertad individual de una chica, ni su estado de ánimo, ni su derecho a la educación junto a sus amigas, y le dice que se quite el hiyab o se vaya a otro instituto. Mucho me temo que, en el fondo, hay a quienes le molesta más la condición social de Najwa que unos centímetros de tela.