TLta sala de exploración estaba bien iluminada y presidida por una bola de cristal. El mentalista con las manos entrelazadas y bata blanca con su nombre bordado miraba fijamente al paciente con una media sonrisa.
--Buenos días, venía porque...
--No me lo diga, ya lo sé. ¿No sabe que soy mentalista? Mire el totem del escritorio y recite este mantra conmigo: Om-Wa-Om... Venga, rapididito que hay cola.
--No, doctor, lo que me sucede es que siento por ahí, por los bajos como una desazón...
--Ya, ya entiendo. No me diga más. ¿Ha comido en exceso últimamente? ¿Siente pesadez en los párpados? ¿Unos pinchazos eléctricos en el duodeno?
--Claro, claro, lo que me pasa es que se me acumulan los gases por el estómago y me paso el día revuelto y con mareos...
--Ummm. Esto va a ser de la tensión. Imagino que sufre en su trabajo de mucho estrés...
--Sí, si a eso venía yo, porque lo veo todo negro y creo que necesito una baja laboral urgentísima.
--Hombre, faltaría más. Dígame a nombre de quién la pongo...
--¿Ah, pero se puede elegir? Pues por mí y por todos mis ´compis´ de la oficina, y por mi vecina Puri...
--Ala, ya está. No se olviden de tomar ibuprofeno a demanda.
--Por supuesto, ahora si no le importa quisiera ver sus créditos profesionales.
--Sin problema. Ahí tiene mi título de nigromante por la prestigiosa universidad de Burkina Fasso. Mi master en onirología a distancia y el que me tocó en los yogures.
--¡Qué tranquilo me quedo!.
Refrán: Si vas a un médico mentalista es que tu sesera no anda muy lista.