Más de 500.000 personas mueren de forma prematura en Europa todos los años como consecuencia de problemas vinculados a la mala calidad del aire, según datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), y buena parte se podrían evitar reduciendo la cantidad de vehículos en circulación, especialmente en las ciudades más densamente pobladas. Una vez las industrias y las plantas de generación energética se han retirado de los núcleos urbanos y se han modernizado la mayoría de las calderas, la gran asignatura pendiente de las ciudades es ahora las cuatro ruedas. «Y muy en especial el vehículo privado ya que es mucho más difícil regular su uso», dice Xavier Querol, especialista del CSIC en el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA), en Barcelona.

«Todas aquellas ciudades que han tomado medidas decididas para restringir el tráfico o la circulación de los vehículos más contaminantes han reducido enormemente la presencia de contaminantes en el aire», prosigue Querol. En este sentido, el investigador del CSIC recuerda como ejemplos que las ciudades de Estocolmo y Milán han limitado el número de coches en circulación en un 20% y un 30%, respectivamente, mediante la instalación de un peaje de acceso al centro urbano. Y sin traumas reseñables. «En las ciudades que lo están haciendo bien se nota enseguida el cambio», añade Pablo Muñoz, portavoz de Ecologistas en Acción.

PULMÓN Y CEREBRO / Las micropartículas que expulsan los vehículos por el tubo de escape como resultado de la combustión del petróleo, y en menor medida las originadas por el rozamiento en el asfalto, los neumáticos y las pastillas de freno, pueden inhalarse y acabar llegando a los alveolos pulmonares y al cerebro hasta ocasionar graves afecciones cardiacas, problemas respiratorios y diversos tipos de cáncer, advierte la AEMA. Y, además de la mortalidad directa, todo tiene un gran impacto económico al aumentar los costes médicos y reducir la productividad por los días de trabajo perdidos.

«La gente ha de ver que esto no es un problema meramente ambiental, sino un grave problema de salud», recuerda María Neira, directora de Salud Pública de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Las estimaciones europeas calculan que anualmente mueren en España de forma prematura unas 33.000 personas por la exposición a un aire de mala calidad, 20 veces más que las ocasionadas por los accidentes de tráfico. «La mayoría de los habitantes de las ciudades europeas, incluidas las españolas, siguen expuestos a unos niveles de contaminantes atmosféricos que la OMS considera peligrosos», insiste Muñoz.

EL PELIGRO DE LOS DIÉSEL / El tráfico está muy implicado en la generación de PM, dióxido de nitrógeno (NO2) y ozono troposférico (O3), los tres contaminantes atmosféricos «más problemáticos para la salud humana», como los define la AEMA. En el caso del NO2, un resultado de la combustión de los motores y muy particularmente de los diésel, además de precursor del O3, los coches son responsables de más del 40% de la generación total europea y del orden del 70% en los ambientes urbanos.

En cuanto a las PM en las ciudades, se estima que los coches generan el 50% del total, aunque es un valor muy variable puesto que entran en juego cuestiones como las condiciones meteorológicas y las obras en la calle. El transporte es además responsable del 25% de emisiones industriales de dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero.

Según Querol, en todos los apartados regidos por las política ambiental europea «ha habido grandes progresos». Cita la obligatoriedad de los filtros para partículas en los coches diésel, en vigor desde el 2009. «Un coche actual emite como 35 de 1992», destaca. Asimismo, la regulación de la quema en las centrales térmicas ha bajado al mínimo desde el 2008 la emisión de dióxido de azufre. H