Costó saber qué estaba pasando. Cuando los helicópteros de Salvamento Marítimo empezaron a utilizar un sistema de infrarrojos para detectar posibles focos de contaminación en el litoral, quedaron sorprendidos por la estela "de consistencia oleosa" que dejaban tras de sí algunos buques de las compañías de grandes cruceros vacacionales. Tras analizar el agua y observar que el fenómeno se repetía a determinadas horas del día, los agentes concluyeron que las manchas aceitosas no eran más que "los restos de la crema solar que se aplicaban los pasajeros del barco y que se disolvía con el agua cuando estos se duchaban", explica Francisco Javier Valencia, capitán marítimo de Barcelona. Los patrulleros pudieron demostrar así que esas aguas grises --tratadas o sin tratar-- acababan teniendo efectos perniciosos en el mar.

Las grandes embarcaciones de recreo, que pueden viajar con más de 7.000 personas a bordo, hacen gala de ser muy estrictas en materia de tratamiento de residuos. No en vano, les va en ello un lucrativo negocio. El problema no son los incumplimientos. "El problema es que las leyes han quedado absolutamente obsoletas", denuncia Oceana, una oenegé que lleva años reclamando la necesidad de revisar la legislación. La gestión de sustancias contaminantes en alta mar y su posterior tratamiento en los puertos donde atracan los barcos se rige por el Convenio Internacional para Prevenir la Contaminación de los Buques, promovido en 1973 por la Organización Marítima Internacional y ratificado por 136 países.

Desde la aprobación del documento, que regula las descargas de aguas negras, aguas grises, sentinas, hidrocarburos y residuos sólidos "la industria turística de cruceros ha experimentado un gran auge, de forma que el número de personas que ahora pasan sus vacaciones a bordo de uno de estos buques se ha multiplicado por 25 en los últimos 30 años", asegura Oceana. La lucha por la revisión de la actual norma internacional también la secundan países como España y Canadá.

"GIGANTISMO" El marco normativo no ha evolucionado al mismo ritmo que el "gigantismo de las embarcaciones", aseguran quienes reclaman la modificación del convenio Marpol. Con todo, los grandes navíos de turistas "están muy al día y prácticamente todos ellos cuentan con sistemas de depuración de aguas residuales a bordo y realizan la recogida selectiva de sus residuos", afirma Otto Schwandt, de la empresa Servicios Flotantes, encargada de recolectar y tratar los desechos que estos barcos depositan cuando atracan en el puerto de Barcelona. Otra cosa, reconoce Schwandt, "son los barcos de carga, especialmente los más antiguos, que no hacen el mismo reciclado".

Que algo no acaba de funcionar lo ha constatado también Greenpeace, que asegura que "los buques siguen vertiendo al mar alrededor de 6,5 toneladas de plásticos cada año". En España, "la cantidad de residuos plásticos que recogen los puertos supone solo el 25% de lo que se debería recoger, teniendo en cuenta el tráfico que reciben", indica Sara del Río, responsable de Contaminación en la delegación española de Greenpeace.