La corriente bucle del golfo de México que mueve en las profundidades aguas cálidas desde la península de Yucatán hacia el norte y después hacia Florida y el Atlántico es temida por su capacidad para incrementar la potencia de los huracanes. Hoy, el miedo no llega desde el cielo, sino desde el fondo submarino, y no tiene forma de tormenta y nubes, sino de mancha de crudo.

El vertido, originado hace ya un mes por el accidente de la plataforma petrolífera Deepwater Horizon, operada por British Petroleum en aguas del golfo, está ahora al noroeste de la corriente, pero se acerca peligrosamente a ella. Si, como los cientí- ficos creen "cada vez más probable", llega a ser absorbido, hallará la forma de extenderse hasta Florida y las ricas barreras de coral de los cayos de ese estado.

Fuentes oficiales manejan un plazo de entre ocho y 10 días para que se produzca este hecho, que podría extender también el vertido hacia el norte por el Atlántico, aunque se cree que fluiría tan solo en esa dirección y no llegaría a las costas del este de EEUU. Otros científicos, más pesimistas, acortan su previsión al próximo domingo.

De momento, el contacto del vertido con la corriente parece no haberse producido, aunque el lunes aparecieron en playas de un cayo floridano al menos 20 bolas de alquitrán que hicieron saltar las alarmas. Las masas de chapapote, de 7 a 20 centímetros de diámetro, se enviaron a un laboratorio de la Guardia Costera en Connecticut.

La dimensión de la tragedia ecológica está lejos de quedar definida, pero ya se está cobrando su factura política. La Administración de Barack Obama se esfuerza en defender su actuación, pero el propio presidente no está satisfecho y va a formar una comisión de investigación del accidente y de la respuesta federal.

Su secretario de Interior, Ken Salazar, compareció ayer en el segundo día de vistas en el Senado y prometió una purga de la división de gestión de minerales. En esta área ya se ha producido la primera dimisión: la de su director asociado, Chris Oynes.