Aun suspiro para cerrar el año seguimos sin tener ni idea de qué hacer con los refugiados ¡Malditas primaveras! Cuánto ilusionaron y qué consecuencias han traído. La que en Siria empezó como una revuelta urbana contra un Gobierno opresor lleva años convertida en una guerra aún mas violenta con millones de personas desplazadas. Las revoluciones son frágiles, los conflictos en cambio pueden resultar eternos y mientras duran, el número de refugiados solo puede ir a más.

Contrasta esta realidad con la incapacidad de nuestros gobiernos para entender que la falta de respuestas convierte esta crisis en el principal reto al que Europa colectivamente hace frente. Mientras se expande un estado de opinión muy crítico hacia los refugiados, los gobiernos tiemblan de pánico e intentan silenciar el drama tal vez pensando que la crisis se solucione sola. Con más de cinco millones de refugiados y el doble de desplazados en el interior de Siria que han tenido que dejar sus casas, sus tierras, buena parte de sus familias, lo único que les queda en la mochila a los refugiados es su dignidad y eso es precisamente los que nos estamos encargando de quitarles aquí elevando todas las barreras posibles como si el problema fuera ajeno. ¿Qué podemos hacer? Desgraciadamente el atentado del camión en Berlín la semana pasada devuelve el debate de los refugiados al lugar donde los extremos ganan. Que el autor tuviera conexiones con el Estado Islámico es suficiente como para aplicar la lógica de que refugiados y terroristas van indiscutiblemente unidos. Eso es lo primero que hay que cambiar, el discurso. En estos días de solidaridad es mas fácil entender a los que huyen. Gente corriente, personas que quieren un futuro digno, para ellos, para sus hijos, algún día para su país. Ahora que empieza un nuevo invierno, lo único que nos diferencia es que ellos no tendrán el calor de una casa, la proximidad de una familia y lo que es peor, ni siquiera la capacidad de ser aceptados. Mas allá del discurso, sin una respuesta colectiva esta crisis no solo pone en evidencia a la Unión Europea, también la pone en cuestión. Frente al temor al avance de la extrema derecha, vencerse a sus proclamas solo les abre camino. Una respuesta seria, controlada y cuotas de acuerdo a las capacidades de cada país, pero adecuada a la medida de una crisis de proporciones desconocidas hasta ahora, es lo único que puede salvar lo que queda de un espacio común de libertades y derechos. Eso sin olvidar dar recursos a los gobiernos y organizaciones de ayuda en los países vecinos que ahora mismo intentan mantener la esperanza de millones de personas.

Evitar ser cómplices

En el nuevo escenario global, Europa no puede parar la guerra, pero deberíamos evitar ser cómplices de la tragedia de millones de personas víctimas de esa violencia. Y para eso no debemos esperar un año mas, hay muchas cosas que podemos hacer empezando por trasladar a nuestros representantes políticos la idea de que la crisis no es de los refugiados, es nuestra.