El mundo de la ciencia y la política no ahorró ayer elogios al avance logrado por Craig Venter al crear en laboratorio la primera célula artificial o controlada por un genoma sintético, pero inició un debate sobre las implicaciones éticas y la necesidad de fijar límites a sus aplicaciones. El propio Venter, uno de los padres del genoma humano, pidió un "mayor control social para evitar abusos", al tiempo que avanzó el siguiente gran paso, para el que cuenta con una financiación de 478 millones de euros de la multinacional petrolífera Exxon: fabricar una bacteria capaz de sobrevivir en el medio ambiente y tragarse el petróleo que se vierta, por ejemplo, tras un accidente como el del golfo de México.

Las aplicaciones del hallazgo van más allá del diseño de microorganismos que limpien las aguas contaminadas. "Se pueden hacer bacterias que sean capaces de utilizar el CO2 como fuente de carbono y lo conviertan en hidrocarburos, fijen el nitrógeno o permitan producir vacunas de manera más rápida y eficiente. Es el siguiente paso. No vamos a tardar", dijo Carlos Martínez, catedrático de genética, expresidente del CSIC y exsecretario de Estado de Investigación.

POSIBLES RIESGOS Aunque la mayoría de los genetistas están de acuerdo en que todavía no se ha creado vida artificialmente, Martínez y César Nombela, catedrático de biología molecular de la Universidad Complutense de Madrid y también expresidente del CSIC, advirtieron de que "el riesgo cero no existe" y de que "la mala utilización del conocimiento puede tener efectos negativos". "La sociedad ha de poner el marco, la regulación y las normas para la aplicación y generación de este conocimiento", pidió Carlos Martínez.

Nombela recordó que desde hace tiempo los científicos se plantean la necesidad de anticiparse a posibles aplicaciones peligrosas y llevar a la práctica una verdadera contención biológica. "La ciencia --explicó--siempre tiene un rostro ambiguo. Está claro que no sería ético crear organismos que, por ejemplo, fueran extraordinariamente patógenos u otros con fines perversos que se deben impedir".

Marcelo Palacios, presidente de la Sociedad Internacional de Bioética, planteó tres objeciones: que se aclare a quién va a beneficiar este avance, si a los que lo pueden pagar o a la población en general; si hay seguridad de que no pueden dar lugar a actuaciones perversas como la creación de armas químicas o bacteriológicas, y si se va a controlar su liberación al medio ambiente. "En eso tiene que adelantarse la bioética. Sería bueno que se fuera hacia un pacto legislativo sobre las tecnologías que afectan a los campos biológicos. Así se evitarían los turismos de tipo investigador y, sobre todo, alarmar a la población", remachó Palacios, también miembro del comité de bioética de España.

El subdirector del Centro de Regulación de Genómica (CRG) de Barcelona destacó que el hallazgo de Venter es un hito científico comparable con lo que ocurre con la película Parque Jurásico, en versión bacterias, y con la secuenciación del genoma humano. "Me preocupa que, con este descubrimiento, podamos modificar el genoma humano", alertó el experto.

Las posibles implicaciones en la seguridad, ya que la técnica se podría usar para desarrollar armas biológicas, no pasaron desapercibidas para los gobiernos de diversos países, y en especial para la Casa Blanca. El presidente de EEUU, Barack Obama, encargó ayer a una comisión que analice las implicaciones éticas del hallazgo.

Obama subrayó que la comisión deberá considerar tanto los potenciales "beneficios" como los potenciales "riesgos" del descubrimiento en la medicina, el medio ambiente, la seguridad o la salud. "Debería publicar una serie de recomendaciones sobre las acciones que el Gobierno federal debería tomar para asegurar el disfrute de los beneficios de este campo de investigación científica, a la vez que se dibujan las fronteras éticas y minimizan los posibles riesgos", subrayó Obama.

En el campo religioso también se mostró cierta inquietud. El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, pidió "cautela hasta saber más del caso" y el presidente de la Academia Pontificia para las Ciencias, el prelado Elio Sgrecia, también reclamó "precaución y reserva".