La educación de los hijos es una tarea complicada y larga, que debe saber adaptarse a la edad y comprensión del niño, al momento familiar y a las necesidades de los pequeños. El uso de normas y su cumplimiento es obligatorio en dicha tarea. Para poder ajustarnos a ellas, solemos usar los castigos y los premios. Los primeros suelen estar a debate, ya que, por un lado, no siempre funcionan y, por otro lado, no se sabe a ciencia cierta si son tan útiles como pensamos. De hecho, lo que sí es seguro es que pierden por completo la utilidad que puedan tener cuando se abusa de ellos, no se llevan a cabo de forma coherente o no se cumplen.

Hacer que los niños cumplan las normas implica replantearse gran parte del funcionamiento familiar. Debemos saber si las reglas son claras, si son útiles y si la forma que buscamos de hacer que se cumplan es la correcta, especialmente cuando vemos que pocas veces funcionan.

ABUSO DEL MIEDO

Los niños no vienen con un manual de instrucciones. Para poder llevar a cabo su educación, buscamos seguir el modelo que se usó con nosotros, si creemos que fue correcto, o bien usar un modelo diferente basado, a veces, en la improvisación. En muchos casos usamos el castigo, lo cual parece tener unos resultados al principio, lo que hará que lo desarrollemos cada vez más. Este pierde su utilidad real cuando deja de funcionar y, especialmente, cuando lo que genera en el niño es un miedo a las consecuencias sin que tampoco sepa hacer algo alternativo. Lo que generará son emociones negativas hacia los progenitores, conductas evitativas y alteraciones en la forma de mostrar el afecto.

El abuso del miedo, que es lo que ocurre con los castigos excesivos, solo consigue crear un mal clima familiar. Los niños no son capaces tampoco de saber cómo cumplir las normas y acaba desarrollando un síntoma, la 'indefensión aprendida'. Esto quiere decir que no son capaces de identificar correctamente las señales que les mandamos y, por tanto, no saben cómo actuar. Lo que su cerebro interioriza es que, hagan lo que hagan, no van a acertar y, por tanto, lo mejor es directamente no hacer nada. Enfermedades como la depresión o algunos tipos de ansiedad también llevan este síntoma.

MODELOS DE APRENDIZAJE

No existe un modelo único de educación para un niño ya que no hay dos niños iguales. Dentro del ámbito de la educación y con el uso de castigos y premios, existen cuatro modelos que debemos saber adaptar a las necesidades de nuestras normas y de nuestros hijos. Es importante fijarse no solo es que las reglas se cumplan, sino que, al hacerlo, nuestro hijo lo haga desde el bienestar.

Las siguientes cuatro pautas pueden ayudarnos a mejorar nuestro modelo de enseñanza, sabiendo siempre en qué momento es conveniente usar cada uno y cómo combinarlos para que nuestro hijo se desarrolle de la mejor forma posible:

1. Refuerzo positivo

Este modelo se basa en el reconocimiento y los premios. Si nuestro hijo realiza lo que nosotros buscamos, le daremos un premio de forma directa. Por ejemplo, cuando hace los deberes, le dejamos jugar con el móvil durante 30 minutos. Hace una cosa, le doy un premio.

2. Castigo positivo

Son los castigos que normalmente usamos. Si hay una norma que no se cumple, se da un castigo. Si no se hacen los deberes, el castigo consiste en limpiar su habitación. No hace una cosa, le doy un castigo.

3. Refuerzo negativo

Este modelo lo que busca es retirar un castigo en sí cuando el niño hace algo que queremos. Siguiendo con el ejemplo de los deberes, si está castigado sin móvil, al hacer dichos deberes, se lo devolveríamos. Hace una cosa, le quito un castigo.

4. Castigo negativo

Aquí retiraremos algo que quiere si hace algo que no está bien. Si de normal nuestro hijo tiene el móvil con él, al no hacer los deberes, se lo quitaremos. No hace una cosa, le quito un premio.

Los cuatro modelos se basan en el uso de las normas, buscando que se cumplan combinando premios con castigos. Cada niño reaccionará mejor a uno de los cuatro y, es importante que, si se usan en combinación, prevalezcan aquellos que premian. De esta forma, el niño buscará el logro y no habrá un modelo basado en el miedo.

* Ángel Rull, psicólogo.