El príncipe Federico, heredero de Dinamarca, y la australiana Mary Donaldson se convirtieron ayer en marido y mujer en una ceremonia que entusiasmó a los daneses, conmovidos por la espontaneidad de la pareja.

Más de 100.000 personas, según la policía, siguieron la ceremonia y el cortejo posterior a través de numerosas pantallas gigantes instaladas en las calles de Copenhague, mientras en el interior de la catedral de Nuestra Señora 800 invitados, entre ellos miembros de 23 casas reales, asistían en directo al enlace.

Entre estos invitados se encontraban la reina Sofía de España, el príncipe Felipe y su prometida Letizia Ortiz, así como los duques de Lugo y de Palma y la reina doña Sofía.

La boda se celebró siguiendo el rito luterano y fue oficiada por el obispo de Copenhague, Eik Normann Svendsen. Esta unión del príncipe danés con la joven australiana es como un cuento de hadas.

Entre los invitados llamó la atención la futura princesa de Asturias, que lucía un traje de Lorenzo Caprile de seda rojo con escote de trapecio adornado por dos broches y con mangas de gasa. El color del traje, el moño bajo y los pendientes hicieron que Letizia Ortiz diera una imagen muy española.

La reina Sofía, que llegó acompañada por los reyes de Bélgica, ya que el rey Juan Carlos no asistió a la boda, iba de morado, mientras la infanta Elena lucía un amplio abrigo de satén fucsia y la infanta Cristina un sencillo vestido burdeos con chaquetilla verde pistacho. El príncipe Felipe acudió de uniforme.

La ceremonia fue sencilla hasta en el momento del "sí", en el que los contrayentes, tras las promesas de rigor, intercambiaron los anillos y se dieron un simple beso en la mejilla.