TLte veo en todos los actos donde se ofrecen canapés. Tiene cara de gente. Siempre pasa desapercibido. Pero es el rey del pincho , el sumo sacerdote de los adoradores de la croqueta semifría. ¿Su objetivo? Pues meterse entre pecho y espalda lo que no está en los escritos bíblicos acudiendo a vinos de honor a los que nadie le ha invitado. Ya es parte de ese paisaje, con su cara anodina, su media sonrisa y su aspecto entre clásico y moderno.

--Camarero, no se lleve todavía esta fuente de jamón que me recuerda a mi madre...

Pero el momento más esperado es la aparición de los aperitivos calientes, esas croquetas industriales que están crujientes por fuera y heladas por dentro, con su sabor de cemento. Las coge poniendo cara como de pena, extendiendo su mano lentamente como una mantis religiosa a punto de dar su zarpazo mortal.

Yo lo he visto por la mañana en un desayuno molinero, por la tarde en la Feria de Trujillo y por la noche en una exposición de pintura. Y no creo que sea un hombre del Renacimiento.

--¿Pero tú has invitado a ése?

--No sé, debe ser algo de la Junta... ¿No te recuerda a alguien?

--Pues no me suena de nada, pero mira, mira como traga...

Y lo peor es que El no tiene culpa de nada, sólo de tener hambre, de ser un superviviente. Hemos hecho cultura con la sopa boba y eso tiene un precio. He visto suelos llenos de palillos de tortilla después de la presentación de un libro; es el sello de los educados en el subsidio. Moraleja del martes: Para comer gratis sólo hay un secreto; tener buena boca, mucha cara y ser muy discreto .