Una declaración final de pobres contenidos pero con una enorme trascendencia política clausuró ayer en Cancún (México) la 16 cumbre sobre cambio climático. Los 194 países presentes, incluidos EEUU y China, suscribieron de forma ambiciosa que es necesario reducir conjuntamente las emisiones de CO2 entre un 25% y un 40% en el año 2020 (con respecto a 1990), que sea la ONU quien pilote el proceso y que los estados más desfavorecidos reciban una ayuda millonaria de urgencia, aunque todos los detalles deberán definirse el próximo diciembre en Durban (Suráfrica). El protocolo de Kioto sigue vivo al menos un año más.

Un prolongado aplauso puso final a las sesiones en una maratoniana jornada que simbolizó la voluntad de avanzar juntos por el bien del planeta. "El acuerdo abre una nueva era de la cooperación internacional", declaró la gran triunfadora de la noche, la presidenta de la cumbre, la ministra mexicana Patricia Espinosa. El más efusivo fue el delegado indio, Jairam Ramesh: "Dios ha estado cerca de México. O quizá fue una diosa", afirmó. El único peligro procedió de Bolivia, empecinada en solitario en no aprobar la declaración final.

VOTO DE CONFIANZA A LA ONU Las delegaciones han dado un voto de confianza a la maltrecha ONU. De hecho, en el texto aprobado se incorporan las mismas propuestas de reducción de emisiones anunciadas el año anterior en Copenhague, pero de forma oficial. "Aquellos compromisos se someterán ahora a la vigilancia de la ONU y la comunidad internacional", sintetizó la secretaria de Estado de Cambio Climático y portavoz de la delegación española, Teresa Ribera. Un detalle sustancial es que se trata de la primera vez que aparecen objetivos de reducción o contención de emisiones (aunque no precisados) para EEUU, China y potencias emergentes.

Con las cifras anunciadas en el 2009, la reducción global se sitúa en el 13%-17% (con respecto a 1990), aún lejos del 25%-40% que ahora se ha aceptado, pero es un paso sustancial porque todas las delegaciones asumieron en un texto de la ONU que tienen que hacer algo. No solo los 40 países del llamado Anexo 1 del protocolo de Kioto, que son los únicos que actualmente están por la faena, sino también EEUU, que nunca ratificó el tratado, y todas las potencias emergentes, a las que nunca se les había exigido nada. En los próximos meses deberá negociarse cómo se logra que el 13%-17% se transforme en el 25%, es decir, cómo se reparte el esfuerzo suplementario.

Podría decirse que el protocolo de Kioto sigue vivo por los pelos pese a que todos --salvo los países más humildes-- asumen que ya no es un instrumento válido. Expira en el 2012 y debe prorrogarse hasta el 2020, pero le resta eficacia el hecho de que no estén en su seno ni EEUU ni China, que juntos representan el 46% de las emisiones de CO2. Eso sí, Cancún no establece plazos para disponer del nuevo tratado vinculante que lo sustituya.

CONTRA LA DEFORESTACION El documento aborda otro asunto conflictivo y sentencia que las emisiones de gases de efecto invernadero en los países en desarrollo, con una mención implícita a China, estarán sujetos a controles internacionales de verificación. La revisión se llevará de tal manera que "no sea invasiva y siempre respete la soberanía nacional", tal como exigía China

El texto también confirma el establecimiento de un programa millonario de ayuda urgente y otro a corto plazo para que los países más desfavorecidos puedan hacer frente a los estragos más inmediatos del cambio climático, y da el pistoletazo de salida a Redd+, un programa contra la deforestación. Prueba de que el nuevo texto fue un éxito, aunque modesto, es que las oenegés acogieron las conclusiones con cierta satisfacción.