Los obispos españoles lograron ayer reunir en la plaza de Colón a varios centenares de miles de personas con el objetivo de pasar factura al Gobierno socialista por algunas de las medidas que ha impulsado en esta legislatura que ya toca a su fin. La cúpula del clero aprovechó un inocente acto convocado bajo el lema Por la familia cristiana para dejar patente, ante un ingente auditorio, su indignación por reformas como la del matrimonio gay, el divorcio exprés y la asignatura de Educación para la Ciudadanía.

La concentración sirvió para visualizar las heridas abiertas después de tantos enfrentamientos entre los obispos y el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero. A poco más de dos meses de las elecciones generales, cardenales, sacerdotes de base y representantes de 30 asociaciones y movimientos católicos hicieron inventario de los agravios y acusaron al Gobierno de seguir un plan para socavar los cimientos de la familia. Hubo incluso un arzobispo, el de Valencia, que llegó a culpar a Zapatero de poner en peligro la democracia.

EL MATRIMONIO Pero lo que se convirtió en denominador común de casi todas las intervenciones fue la preocupación por dejar claro que el matrimonio entre homosexuales no es tal. El presidente de la Conferencia Episcopal Española, Ricardo Blázquez, fue el primero en proclamarlo. "La familia está fundada sobre el matrimonio, que es la unión de un varón y una mujer para transmitir la vida", dijo.

Otra de las afrentas más aireadas por los intervinientes fue el aborto y la permisividad con las clínicas que lo practican. El cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, envió una carta para excusar su inasistencia por la gripe y para recordar a todos los congregados que había dedicado su última pastoral a la defensa de la vida "ante el horror de la cifra de 110.000 abortos en España en el 2006 y de las clínicas abortistas".

La templanza de Blázquez contrastó con el discurso encendido del cardenal arzobispo de Valencia, Agustín García-Gasco: "La cultura del laicismo radical es un fraude, un engaño que solo conduce a la desesperanza por el camino del aborto, el divorcio exprés y las ideologías que pretenden manipular la educación de los jóvenes". El cardenal no tuvo reparos en mandar un apocalíptico mensaje a Zapatero. "Por ese camino no se respeta la Constitución y nos dirigimos a la disolución de la democracia".

En un ambiente ya caldeado por García-Gasco, su homólogo de Toledo, Antonio Cañizares, cargó contra "las legislaciones inicuas e injustas" que han hecho de la salvaguarda del matrimonio "el primer problema social" de España, mientras que el presidente del Foro de la Familia, Benigno Blanco, optó por exhortar a los católicos a "no dejar jamás la cabeza y el corazón" de sus hijos "en manos de otros y menos aún del Estado".

Pero el momento culminante lo protagonizó el Papa con su intervención desde el Vaticano por videoconferencia. Jaleado por gritos de "¡Benedicto, Benedicto!", aseguró que "los padres tienen el derecho y la obligación de educar a sus hijos en la fe". El arzobispo de Madrid, Antonio Rouco, convocante del acto, lamentó que se haya dado marcha atrás a la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU sobre el derecho de la familia "a ser protegida por el Estado".