Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres". Las palabras con las que Francisco inauguró su papado han sonado a música celestial en los oídos de sacerdotes, teólogos y laicos que están en las antípodas doctrinarias de quien, antes que Papa, fue arzobispo de Buenos Aires. Pero la distancia entre aquellos que abrazaron la llamada Teología de la Liberación y Jorge Bergoglio se han acortado en estas horas por cuestiones de fe o simplemente de sentido práctico. Los primeros gestos del Pontífice en cuestiones protocolarias son observadas como un deseo de cambio frente a los problemas que enfrenta la Iglesia.

"Esto es un sueño. Una gran alegría verlo de blanco. El padre Jorge ha tenido siempre una opción preferencial por los pobres", dice, sin dudarlo, Gustavo Carrara, un cura de 39 años que realiza su trabajo evangelizador en una de las zonas más pobres y problemáticas de la capital argentina. Carrara es uno de los curas villeros que ha heredado la impronta de Carlos Mujica, un sacerdote nacido en un hogar de alcurnia que, a fines de los años 60 abrazó los fundamentos de lo que luego sería la Teología de la Liberación. "Señor, perdóname por haberme acostumbrado a chapotear en el barro. Yo me puedo ir, ellos no". Esta oración, marca de Mujica, asesinado en 1974 por un grupo ultraderechista, sigue guiando a parte de esos curas que ven en la entronización de Francisco una señal de buenos augurios.

CONCILIO VATICANO II Muchos se conformarían en Latinoamérica con que Bergoglio le volviera a dar vida a las líneas maestras del Concilio Vaticano II. Esas directrices se hicieron carne con las conferencias episcopales latinoamericanas de Puebla y Medellín, en 1968 y 1979. Por entonces, la influencia de la Teología de la Liberación se hacía sentir con fuerza. Sus fundamentos ya habían sido llevados a la escritura por el peruano Gustavo Gutiérrez. Después, llegó Juan Pablo II y, con él, una suerte de contrarreforma. Todavía resuena la amonestación pública que le propinó, en 1983, en Nicaragua, al sacerdote Ernesto Cardenal por tomar parte en el Gobierno sandinista.

IGLESIA DEL TERCER MILENIO El teólogo brasileño Leonardo Boff es otro de los que se enfrentó duramente con el Vaticano. Después de publicar su libro Iglesia: Carisma y Poder, fue sometido a un proceso por parte de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, que entonces manejaba Joseph Ratzinger, luego Benedicto XVI. Boff fue condenado a mantener silencio y expulsado de sus trabajos. Finalmente, dejó la orden franciscana. "Se inaugura una Iglesia del tercer milenio: lejos de los palacios y en medio de los pueblos y sus culturas", cree Boff.

"Francisco es más que un nombre, es un proyecto de Iglesia cercana al pueblo, evangélica, amante y protectora de la naturaleza devastada", ha declarado Boff a la agencia IPS. En ese sentido, el pasado controvertido del nuevo Pontífice en Argentina, pasa a un segundo plano. "Lo que interesa no es Bergoglio y su pasado, sino Francisco y su futuro". El teólogo brasileño espera mucho de este Papa, incluso que "habilite una larga discusión" sobre "la cuestión del celibato y de la moral sexual", sin que "la Iglesia renuncie a sus posturas de fondo".

Una expectativa similar tiene Frei Betto, el confesor de Luiz Inacio Lula da Silva, que, en los años 80 ayudo a formar el Partido de los Trabajadores: "Tengo esperanzas de que sea coherente con la inspiración de san Francisco de Asís". Betto, autor del libro Fidel y la religión, carga con una duda que el tiempo responderá: "América latina es ahora, con sus gobiernos progresistas, un problema para el sistema y para la Casa Blanca. Espero que esta elección no sea una nueva estrategia del neoliberalismo para América del Sur".