El estrés no es algo exclusivo entre algunos trabajadores de las grandes ciudades. Un sábado o domingo cualquiera, Guillermo Díaz Manzano se prepara para vivir su particular Vía Crucis . Este sacerdote da misa en su parroquia de San Francisco de Sales en Mérida, se sube en su coche y se dirige hacia la iglesia de la localidad de Mirandilla, distante doce kilómetros de la capital extremeña, para hacer lo propio. Así lleva desde el año 2000, una situación que también padece su compañero Manuel Vélez. La culpa, la falta de curas que se repite sobre todo en los núcleos de población más pequeños.

Acaba de pasar, y sigue hoy, una semana de pasión vivida en sus propias carnes, con pocos momentos para el respiro. Pero, las próximas fechas también van a ser ajetreadas para él y su compañero, ya que con la llegada del buen tiempo, las bodas se incrementan. "A Mirandilla vamos los martes, jueves, sábado y domingos, pero cuando hay bodas, entierros y fiestas locales vamos bastante pillados", comenta, mientras sonríe pensando en esas situaciones. Incluso, afirma, "ha habido días que o yo o mi compañero hemos llegado con la gente esperando en la puerta de la parroquia, pero comprenden la situación".

Sin embargo, la visita a la vecina localidad para dar misa sirve también para aprevechar para dar clases de catequesis, despachar entrevistas y cerrar asuntos pendientes, explica.

Cada día se las tiene que ingeniar para cuadrar su trabajo con su colega. "Ponemos los horarios con al menos una hora de diferencia entre la misa en Mérida y en Mirandilla para no pillarnos, todo es cuestión de organización", aclara resignado.

Reconoce que los sábados y domingos "vamos a la carrera, y si hay bodas o entierros tienes que quedar con las familias, porque son extras para nosotros".

Además, todo se complica un poco más cuando llegan las vacaciones, porque el trabajo es el mismo, pero "se queda sólo uno de nosotros es peor". La solución, como en todas demás circunstancias, pasa por acordar con el otro cura de la parroquia los turnos de descanso.

Lejos de quejarse, se toma todo con humor y confía en que esta falta de vocación que provoca la ausencia de sacerdotes en los núcleos de población más pequeños se soluciones pronto. "Hoy resulta difícil que haya vocaciones y que haya jóvenes que se comprometan, pero tengo esperanza porque soy de los que piensa que son movimientos cíclicos", afirma.

La situación se repite en otras municipios como Guareña, donde los sacerdotes se alternan para dar misa también en Cristina y Manchita, o en San Pedro y Trujillanos, que tienen un mismo cura, al igual que en Valverde de Mérida y Villagonzalo. Son lugares cercanos a Mérida donde hay curas que dan más hostias que otros colegas.