TEts curioso que el filósofo Epicuro haya sido de los autores más prohibidos por la Iglesia, cuando fue él quien dijo que un hombre sabio ni se casa ni tiene hijos y predicaba que la vida sólo merece la pena si se vive como un cura. Es curioso que los curas, que gastan gran parte de su vida en sacar filo a su educación y recibiendo una filosofía basada en el amor y la caridad no puedan tener hijos y que sí podamos tenerlos el resto de los ciudadanos, cuando, quien más y quien menos, vamos por la vida cojos de cultura y tuertos de amor al prójimo y no hemos mamado otro mandamiento que el de sálvese quien pueda . Y, sin embargo, es a los curas a quienes se llama padres . Es curioso que los padres con niños recién nacidos reciban ayudas del Estado --en la etapa en la que el bebé no se entera si los pañales se los cambia el padre o un vecino--, y que los que tienen hijos adolescentes tengan que dejarlos todo el día solos frente al televisor o internet, obligados a salir al mundo a rebuscar con qué mantenerlos. Es curioso que mantener a un hijo cueste quince euros diarios, según dice este periódico, porque eso supone que se bastan entre un hijo y una hipoteca para chuparle la sangre al matrimonio mejor avenido. Y es curioso que las hipotecas signifiquen el ochenta por ciento del gasto de una familia y que los padres en vez de reclamar con violencia el descenso radical de los beneficios de los bancos, reclamen a los centros escolares que abran doce horas al día. Ser padres se ha convertido en un negocio extraordinario: para los bancos. Lo curioso es que no haya padres extenuados reclamando al banco que, en vez de embargarle la casa, le embarguen los hijos.