A las cinco de la tarde, las madres recogieron a sus hijos en el colegio y los llevaron. Las meriendas de los niños se mezclaban con la gente que paseaba perros y los chavales atraídos por las cámaras y el despliegue policial. El drama lo vivían las familias de los rehenes que seguían retenidos.

"No debe de dar mucho miedo cuando estamos todos aquí mirando", comentó un hombre. Otros se quejaban de que la policía se hubiera presentado demasiado rápido. "Que lo dejen marchar y luego ya lo pillarán", repetían. Más preocupadas estaban las vecinas de las viviendas desalojadas. "Llevamos todo el día en la calle y no sabemos dónde vamos a dormir. Si tenemos que ir a un hotel, ¿quién lo pagará? Es por ir a uno de cinco estrellas", bromeaban para superar la angustia. Al final, todos pudieron volver a sus casas.

Ver el desenlace

La relativa tranquilidad de la tarde se convirtió en alerta conforme avanzaba la negociación. Nadie quería irse. Todos deseaban ver el desenlace. Pero la policía fue inflexible. "Están ustedes en el ángulo de tiro. Esto no es un espectáculo y si les pasa algo yo seré el responsable", gritaba un oficial en su intento de que nadie estuviera a menos de 200 metros.

Cuando el atracador decidió salir, toda la ciudad estaba ya pegada al televisor. Nadie quería perderse el desenlace final. Ahí estaba el personaje del día, o del año, subido a la moto. Las cámaras captaron el arranque y la aceleración. Pero en dos segundos el fugado se perdió tras una pared y nadie vio la imagen de la detención.