Con declaradas evanescencias del legendario Studio 54 de Nueva York y apostando por elementos tan ochenteros como los leggins o los diminutos volantes que alcanzan la denominación de minifaldas, la presentación de 120 piezas de las más de 400 de la colección de invierno de Custo Dalmau fue una inyección de riesgo. Y resultó tan electrificante como los cardados de sus se diría que famélicas modelos (en la foto de abajo una de ellas). En el desfile, el negro funcionó como vínculo de unión de un tríptico completado por blancos y ácidos.

Sabiéndose lejos de París y de Milán, Custo elaboró un desfile absolutamente neoyorquino, que se centró "más en la mezcla de texturas que en la del color". Usa cueros, ribetes de falsa piel, acetatos, viscosa y algodón. Y traza patrones que engañan. ¿Acaba de pasar un vestido? ¿Una camiseta larga? ¿Podría ser incluso un dos piezas?

Mientras los hombres mostraban una línea de prendas muy deportivas, que mantienen toques de cargo y en algunos casos hasta de camuflaje, las mujeres abrían con sus camisetas las tres dimensiones y paseaban pitillos tan estrechísimos como sus huesos. Y eran el muestrario humano para las prendas en las que Custo alcanza una maestría exquisita: abrigos, cazadoras y gabardinas, de lo mejor.