TLta semana pasada visitaba Extremadura Mohamed Abdelshakhour , un sudanés de la región de Darfur. Vino acompañado de su mujer Hamida , que se salvó por poco de una muerte por lapidación. En los últimos cuatro años han muerto más de doscientas mil personas y dos millones de habitantes se han visto forzados a dejar su hogar en esta región africana. Mohamed consiguió huir de su país para contarnos al mundo las tragedias que sufre su pueblo y la desesperanza que produce el paso del tiempo sin que consigan una ayuda efectiva. Darfur, las tierras fértiles del oeste de Sudán, es habitado por etnias africanas dedicadas a la agricultura. Desde hace años tienen conflictos con los grupos de nómadas árabes que se dedican a la ganadería y que pretenden desplazar a los agricultores y quedarse con sus tierras. Desde 2003 las milicias árabes, con el apoyo y complicidad del Gobierno de Sudán, están provocando un genocidio a gran escala que no difiere del sufrido en Ruanda en 1994. La comunidad internacional, que en otros lugares interviene como elefante en cacharrería, es incapaz de proteger a la población de Darfur de las milicias árabes de los Janjawid. Para poder salvar las vidas de miles de personas será necesario que la misión pacificadora se pueda desplegar y habrá que conseguir que el Gobierno deje de obstaculizar ese despliegue, pero lo primero y fundamental es sacar a la luz el genocidio de un pueblo que a duras penas consigue hacerse un hueco en los telediarios entre estupideces de fútbol, famoseo y política de dimes y diretes. Mohamed y Hamida sueñan con volver a su tierra y necesitan que su drama deje de ser ignorado. No es poco.