Decir que Decepción es una isla viva no es una mera cita literaria sino constatar un hecho, sin referirnos únicamente a su abundante fauna y los acontecimientos biológicos que se producen a cada paso delante de nuestros ojos. Cada año en el verano austral, se extiende por la isla una red de control de la actividad volcánica que pretende comprobar la cantidad de fenómenos sísmicos desarrollados en este lugar. Fruto de los magníficos trabajos emprendidos en isla Decepción, la base española del Ejército de Tierra Gabriel de Castilla tiene la categoría de observatorio antártico vulcanológico y forma parte de la Organización Mundial de Observatorios desde 1993.

En los días claros desde los puntos elevados de las islas que forman el archipiélago de las Shetland del sur se ven con facilidad las islas entre sí y el continente. La nieve y el hielo lo cubre prácticamente todo. Enormes témpanos navegan entre ellas. Sólo en Decepción el paisaje presenta notas discordantes en esta sinfonía blanca. En muchos lugares de la bahía interior pequeñas columnas de vapor emergen de la ceniza volcánica creando escenarios fantasmagóricos. La temperatura de las emisiones alcanza a veces hasta 90 grados y desprende un acusado olor a azufre.

SUELOS HELADOS

El 60% de la isla está cubierto por glaciares que no son visibles en su mayoría porque están cubiertos de cenizas. Se tiene una extraña sensación al saber que se camina por una masa de hielo que, sin embargo, parece una inofensiva ladera de alguna isla canaria. La idea que persiguen parte de los proyectos que se desarrollan en la isla es conseguir profundizar en el conocimiento del volcán y así poder prevenir nuevos procesos eruptivos, según comenta el investigador extremeño Manuel Berrocoso, encargado de la coordinación del proyecto Geodec.

Cruzamos la bahía en dirección a los Fuelles, la salida natural. Con antelación a la llegada a la caleta se divisan lo que fueron originariamente las instalaciones de una gigantesca factoría ballenera. Nuevamente se presenta ante nuestros ojos un escenario sorprendente. Las instalaciones semienterradas en lava y barro, debieron ser de una gran magnitud en su época. El mítico explorador Shackleton, que estuvo enfermo en Decepción a principios del siglo pasado, las describe como un escenario desolador, en el que miles de ballenas muertas se unían a un hedor insoportable de aceite y muerte. Hasta 40.000 ejemplares se sacrificaban cada año en la factoría noruega de Decepción.

Desembarcamos y mientras los investigadores toman datos y cambian las pesadas baterías, recorremos lo que queda de las antiguas instalaciones. Una cruz blanca y los restos de un ataúd es lo único que se observa del antiguo cementerio noruego. Nuevamente el silencio más absoluto lo llena todo. En las inmediaciones un grupo de focas wedell y una numerosa colonia de escuas nos permiten acercarnos sin temor. Aquí todavía no se reconoce al hombre como intruso. La retina no sabe con qué imagen quedarse de todas las que se le ofrecen en esta parte del plantea.