TAtun aceptando que muchos libros y en un plazo de tiempo razonable pueden acabar por moldear el alma del lector, me asalta el escepticismo cuando escucho a alguien decir que determinado libro le ha cambiado la vida. Pero me consta que hay gente que sigue buscando ese libro especial con el mismo afán con que otros buscaron el Santo Grial. Un ejemplo: hace unos días un amigo con el que comparto la afición por la literatura me hizo saber que había comprado El miedo a la libertad , de Erich Fromm , tras leer un textamento en el que yo lo glosaba positivamente.

En fin, este amigo me preguntaba si la lectura del citado ensayo podría ayudarle a tomar una decisión vital: le han ofrecido un empleo y no sabe si aceptarlo o no. Aquí habría que retomar el nudo gordiano sobre el valor de la letra impresa: ¿pueden un escritor, un filósofo, un sociólogo, por muy sabios que sean, ayudar a un desconocido a tomar el camino correcto?

Yo diría que no, que los libros de humanidades en nada se parecen a los de bricolage, y rara vez podemos encontrar en ellos soluciones inmediatas a problemas concretos. Las ayudas que prestan estos libros son sutiles, muy sutiles. No obstante, he animado a mi amigo a que se adentre sin miedo en las páginas de El miedo a la libertad . Quizá esta obra no ilumine sus pasos, pero es probable que le haga comprender lo afortunados que somos al disfrutar de la libertad de decisión, aun a riesgo de equivocarnos. Lo triste es no ejercer esa libertad y esperar que solucionen nuestros problemas terceras personas que por lo general son incapaces de gestionar sus propios asuntos. www.rodriguezcriado.com