Benedicto XVI, papa de Roma desde abril del 2005, sorprendió al mundo al anunciar el 11 de febrero que renunciaba al trono de San Pedro, una decisión inédita desde Celestino V en el siglo XIII, asegurando que ya no tenía fuerzas para seguir a causa de su avanzada edad y su delicada salud. Era una decisión "valiente", como suscribieron diversos cronistas vaticanos. De hecho, el propio Pontífice ya había considerado en varias ocasiones, incluido un libro publicado en el 2010, Luz del mundo, que ambos motivos eran causas justificables: "Si un Papa se da cuenta de que ya no es física, psicológica o espiritualmente capaz de ejercer el cargo que se le ha confiado, entonces tiene el derecho, y en algunas circunstancias también el deber, de dimitir". Pero, ¿realmente era su caso? Lo que aconteció en las dos semanas siguientes alentó todo tipo de especulaciones. Para empezar, lo que se presumía un suave traspaso de poderes cambió dos días después cuando, en su última gran misa en la basílica de San Pedro, el Papa lamenta con énfasis "los golpes dados a la unidad de la Iglesia" y "las divisiones en el cuerpo eclesiástico". En un mensaje considerado como su testamento teológico, recitado durante una hora seguida, sin apenas leer, Benedicto XVI llama a una ±verdadera renovaciónO de la Iglesia que debe pasar por la "plena aplicación" del Concilio Vaticano II. Y más aún: el día 17, frente a 50.000 personas congregadas en su penúltimo ángelus, el Papa clama de nuevo para que Iglesia "se reoriente" y "se renueve".

Entonces estalla en una bomba de relojería que estaba latente desde que en el 2012 se dieron a conocer las revelaciones del escándalo Vatileaks: el semanario italiano Panorama y el diario La Repubblica avanzan diversos contenidos, supuestos contenidos, de un informe secreto sobre la situación del Vaticano elaborado que tres cardenales elegidos para este fin por el propio Benedicto XVI. En él, los purpurados --fieles a Ratzinger-- describen un paisaje de sexo, negocios y corrupción a altísimos niveles, y se menciona incluso la existencia de un lobi gay y una red de prostitución en la Santa Sede que se reúne en una sauna de la periferia de Roma. También revelan que un lobi económico "condiciona algunas decisiones que se toman en los Palacios Sagrados".

Fuentes oficiales del Vaticano califican la filtración de "chismes" y "calumnias de oportunistas". El informe definitivo de 300 páginas, cuyo contenido al completo solo conocen los tres autores y el propio Ratzinger, descansa en la caja fuerte del apartamento papal y será entregado por el Papa a su sucesor. El desmentido oficial no aplacó los rumores: fueran o no ciertas las revelaciones, diversos vaticanólogos sugieren de inmediato que ese doloroso informe, más incluso que la salud o la edad, fue la gota que colmó el vaso. Todo aquello habría acabado con la paciencia del Pontífice. El día 24, en su último Angelus en San Pedro, el Pontífice afirma ante 100.000 fieles que Dios le pidió "subir al monte" para "dedicarse mucho más a la oración".

Por si fuera poco, un nuevo terremoto sexual estalla el 25 de febrero: sospechoso de comportamiento indecente, el cardenal Keith O'Brien, presidente de la Conferencia Episcopal Escocesa y principal eclesiástico católico de Gran Bretaña, renuncia a su cargo de arzobispo. Ya no asistirá al cónclave. O'Brien, un habitual detractor de los derechos de los homosexuales, fue denunciado por tres sacerdotes y un exsacerdote --antiguos seminaristas-- por hechos acaecidos tres décadas atrás. Un escándalo más. Teólogos independientes consideran que Ratzinger, apodado el mastín, comenzó una labor de limpieza interna en el Vaticano que, al parecer, pudo con él.

"No deja hundir su barca"

Dos días después, el Papa es aclamado por la muchedumbre frente a la plaza de San Pedro en su última aparición pública. "Dios no deja hundir su barca", incluso durante "las aguas agitadas", proclama. "Amar a la Iglesia significa siempre tomar decisiones difíciles", añade. Benedicto XVI también promete una "obediencia incondicional" a su sucesor.

"Pongan a Cristo en el centro de sus vidas", dice en su último tuit. Por la tarde se retira a la residencia de Castelgandolfo, donde vivirá dos meses hasta establecerse en el monasterio de Mater Ecclesiae, en el Vaticano. "Ya no seré Papa sino solo un peregrino", añade. La renuncia entra en vigor a el 28 de febrero a las 20.00, hora española. Su cuenta en Twitter es cerrada y Joseph Ratzinger se convierte en Su Santidad Benedicto XVI, papa emérito.