Había más policías y cámaras de televisión que inmigrantes. En menos de una hora, 500 agentes desmantelaron ayer el mayor campamento de sin papeles de Francia, bautizado por los propios ocupantes como la jungla de Calais.

Una zona industrial cubierta de maleza, donde hasta hace pocos días se hacinaban unas 800 personas con el objetivo de alcanzar las costas del Reino Unido de forma clandestina, ocultos en los camiones que cruzan en ferry el Canal de la Mancha.

Los agentes frustraron el sueño británico de 276 inmigrantes, 135 de ellos menores, que decidieron esperar la llegada de los agentes entre las improvisadas chabolas hechas de plásticos, mantas y toldos.

Anunciada la semana pasada por el ministro de Inmigración, Eric Besson, la acción policial tenía más de operación de comunicación que de campaña de represión de sin papeles.

"He acabado con la ley de la jungla, donde mandaban las mafias que comercian con la miseria", proclamó ufano el ministro, uno de los fichajes socialistas de Nicolas Sarkozy.

Después de enterrar los polémicos tests de ADN para los inmigrantes que soliciten la reagrupación familiar --adujo que se había descafeinado tanto que era inaplicable--, Besson quiso enviar un mensaje de firmeza al electorado conservador. Pero de forma controlada. Tampoco era cuestión de verse desbordado por una avalancha de sin papeles --en su mayoría afganos que huyen de la guerra-- en las comisarías francesas.

CRITICAS Desde que Sarkozy decidiera cerrar, en el 2002, el centro de la Cruz Roja que acogía a los inmigrantes en Calais, se calcula que un millar de sin papeles se oculta en campamentos clandestinos. Las organizaciones que ayudan a los sin papeles --que ayer se opusieron a la evacuación formando una pantalla alrededor de los inmigrantes-- criticaron la operación.