Era el primer día en que los Mossos podían hacer efectiva la orden de desajolo que dictó la jueza y por eso las entidades que les apoyan habían organizado una concentración. Pero tres horas antes, furgonas de la policía catalana se fueron acercando a ese recinto del barrio del Besòs i Maresme (en la frontera con el Poblenou --Barcelona--), donde quedaban decenas de personas, la mayoría subsaharianos que malviven de la chatarra y no habían encontrado alternativa para dormir. Poco antes de las nueve todos estaban fuera, en un desalojo que más allá de la tensión propia de un momento como ese transcurrió sin incidentes.