Vivían hacinados en pisos, trabajaban las 24 horas del día, consumían drogas y viagra para poder mantener las máximas relaciones posibles, entregaban a sus proxenetas la mayor parte de lo que ganaban... Y estaban sometidos a este régimen de explotación a base de amenazas, incluso de muerte. Esta descripción de la red mafiosa que ha desarticulado la Policía Nacional sería una más en el mundo oscuro de la prostitución si no fuera por el hecho de que la red explotaba, en su mayor parte, a hombres, algunos de ellos travestis.

La policía informó ayer de que, por primera vez en España, sus investigaciones han culminado con la desarticulación de una red mafiosa que explotaba a trabajadores sexuales en cinco pisos de Palma de Mallorca, tres de Madrid, uno de Barcelona y otro de Torrevieja (Alicante), aunque también operaba en un club de alterne situado en León.

La operación contra la red de explotación sexual ha culminado con la detención de 14 personas, entre ellas el cabecilla de la banda, de origen brasileño, además de 17 víctimas que se encontraban en España en situación irregular.

ALGUNAS MUJERES Los investigadores calculan que los delincuentes trajeron a España a unas 80 personas procedentes del estado brasileño de Maranhao. La mayor parte de estos trabajadores del sexo eran chicos jóvenes --algunos de ellos, travestidos--, aunque también había mujeres. Algunos de los jóvenes, de entre 22 y 29 años, sabían que venían a ejercer la prostitución en España, aunque creían que lo hacían con otras condiciones de trabajo, mientras que otros desconocían este fin y estaban convencidos de que iban a trabajar de gogós de discoteca, modelos o bailarines.

Una vez en España, los mafiosos instalaban en pisos en los que dormían en pequeñas habitaciones con literas y en los que estaban disponibles para ejercer la prostitución todo el día. Los proxenetas les suministraban popper (una droga de estimulación sexual), viagra y cocaína, se quedaban con la mitad del dinero de sus servicios y, además, les cobraban 200 euros al mes por su manutención.

Además, los responsables de la red sexual les obligaban a pagar 4.000 euros por haberlos traído a España. Unos gastos de viaje que no se correspondían con la realidad, ya que los proxenetas compraban los billetes de avión con tarjetas clonadas.

Para no levantar sospechas, los jóvenes se trasladaban a España procedentes de otros aeropuertos de países europeos. Por sus servicios sexuales solían cobrar unos 60 euros, y la mayoría de sus clientes eran hombres de entre 25 y 60 años. Estos esclavos sexuales eran repartidos por las ciudades en las que trabajaba la red en función de la demanda.

EN BARCELONA El jefe de la red de prostitución residía en un piso situado en el número 120 de la calle de Aragón cuando estaba en Barcelona. Ayer, algunos vecinos relataron que habían notado un trasiego inusual de chicos y que algunas veces había quejas porque ponían la música demasiado alta. "Era un piso de alquiler y pensábamos que podría tratarse de un piso de estudiantes, no imaginábamos que se podía dedicar a la prostitución", afirmó una vecina que vive un piso más arriba.