TSti tiene pensado viajar a uno de esos sitios exóticos que anuncian en las agencias, hágalo rápido porque pronto no encontrará un árbol ni un rincón hermoso que llevarse a la cámara de fotos. Es la paradoja del mundo moderno: cuantas más posibilidades nos ofrece la ciencia para conocer las bellezas del planeta, antes acabamos con él. Lo dice la ONU, que afirma que por culpa del efecto invernadero la cuarta parte del mundo está hecha un desierto, y subiendo. Pero, qué es un desierto.

Yo siempre creí que era desierto cualquier lugar desprovisto de vida. Y resulta que también en esto andaba equivocado. Según el último informe realizado por la UNEP, en los desiertos del mundo viven más de quinientos millones de personas. Lo cual me lleva a pensar que los desiertos son en realidad un paisaje del alma. O mejor aún, como los concursos literarios, que quedan desiertos no por falta de vida literaria, sino cuando carecen de calidad de vida. Y esto ya se aproxima a la intuición que uno tiene de lo que es vivir en un erial. Buscamos calidad en el vivir, aún a costa de cargarnos el invento. Huimos de una vida inútil cuando huimos del desierto. Será por eso que a la sociedad que mantiene a raya al desierto se le llama sociedad del bienestar . Por otra parte, convendrá conmigo en que es menos desértica la vida de un emir que vive a cuerpo de rey, que la del que se las ve y se las desea para pagar la hipoteca de un espacio habitacional de 30 metros, aunque uno viva en el Sahara y el otro en pleno Pintores. Si el desierto es nuestro destino, al menos que nos coja con pantalla de plasma y con aire acondicionado en el piso.