Ni todos los orishas --divinidades de la religión yoruba -- a los que veneraba le valieron a Ana María Cameno Antolín, de 40 años, para salvarse de ser detenida la semana pasada en la operación policial que ha permitido la desarticulación en Madrid del laboratorio de cocaína más grande y sofisticado de Europa.

La mujer, conocida como la tetas por las desproporcionadas prótesis mamarias y de gluteos que se implantó en Colombia y que acabaron provocándole una terrible infección, dirigía con mano dura una importante organización de tráfico de coca.

Hija de un reconocido joyero de Madrid, la mujer se había logrado el respeto de los cuatro colombianos, que hace un tiempo confiaron en ella y aceptaron su plan de instalar un gran laboratorio en las afueras de Madrid. Trabajadora, madrugadora, ni bebía, ni fumaba, ni mucho menos olía cocaína. Madrugaba a diario para estar al frente de unos negocios que protegía con un celo digno de cualquier profesional.

A los colombianos, procedentes de Medellín, les conoció comprándoles cocaína muy pura que luego distribuía en Madrid. El negocio era bueno, pero ella pensó que sería mejor si instalaban un sofisticado laboratorio en Madrid y se limitaban a trasladar la cocaína en base.

En Colombia, los productos químicos con los que se manipula la droga hasta alcanzar el polvo que se esnifa son cada vez más caros y difíciles de conseguir, y en Europa son baratos y carecen de control. En las últimas semanas, la mujer recibió 300 kilos de cocaína lista para vender, y sus socios colombianos se trasladaron a Madrid a organizar el laboratorio.

Todo estaba preparado para recibir los primeros cargamentos de base cuando el GEO (Grupo Especial de Operaciones) de la Policía asaltó el 7 de enero la finca de la localidad madrileña de Villanueva de Perales.

DOS AÑOS TRAS SUS PASOS Durante dos años, la sección tercera de la Brigada Central de Estupefacientes de la Udyco siguió los pasos de la mujer y la instalación de un laboratorio al que no dejaron funcionar, aunque ya habían acumulado dos toneladas de productos químicos para transformar la pasta en polvo.

Entregada a la religión cubana, Ana María tenía a su propia santera en Madrid, a la que visitaba con frecuencia para consultar sus transacciones y pedirle amparo y protección. Hija del orisha changó , la mujer viajaba a Cuba reiteradamente para hacer ofrendas a sus dioses y no dudó en pagar el pasaje y la estancia en Madrid de varios músicos para que tocaran el tambor a su santo. En su casa tenía una habitación destinada a sus santos, en las que no faltaban las ofrendas y eran habituales los sacrificios. El último, un cordero degollado.

Pero de nada le valió ni sus santos, ni sus collares, a los que se aferró durante la detención. En los últimos tiempos se asoció con un empresario de la noche de Madrid, Lauro Sánchez Serrano, al que la Unidad Central de Delincuencia Especializada y Violenta investigaba por blanqueo de dinero del tráfico de drogas. Este empresario fracasó con dos cargamentos de cocaína procedentes de Venezuela y estaba interesado en participar en el laboratorio de Ana María. Junto a ellos, cayeron los abogados de un bufete de Madrid que blanqueaba el dinero.

Un último detalle de Ana María: tenía 470 móviles para hablar con sus contactos. Eso es seguridad.