TEts tanta la calor, que las noticias importantes se esconden en las páginas interiores de los periódicos, por resguardadas y fresquitas. Ahí, tímida y veraniega, flanqueada por verbenas y concursos de lanzamientos de huesos de aceitunas, encontré el resumen de la Memoria Económica y Social de Extremadura del año 2007. De ella se desprenden algunos datos interesantes como, por ejemplo, que vamos a la cabeza en ganadería y agricultura, pero de culo en industria y en el sector privado. Somos líderes en el negocio de la energía y el agua, que al parecer no deja un duro; pero nos doblan la oreja en lo que se refiere a industria transformadora, que supongo yo que será la que transforma la energía ajena en dinero propio. Pues de eso no se busque usted en los bolsillos, que no tenemos. Lo cual es un desastre, porque si poseemos energía, que ni se crea ni se destruye, sólo se transforma, pero no sabemos transformarla, pues ya me dirá usted. Cuando le preguntan por estas cosas a un político, primero pone cara de hemipléjico y luego te suelta lo de la desventaja histórica. Yo no digo que no empezáramos varios peldaños por debajo. Ser extremeño antes no era fácil. A mí, durante la mili, me preguntó el sargento que de dónde era y cuando respondí que extremeño me dijo: no seas pesimista, hombre, seguro que eso son aprensiones tuyas. Se ve que le caía simpático. Pero de eso hace ya más de veinticinco años. Hoy sales al mundo y sorprende la imagen de esforzados, modernos y luchadores que tienen de nosotros. Los únicos que mantienen el discurso de la desventaja histórica son los políticos. A lo mejor son ellos nuestra auténtica desventaja histórica. Bueno, ellos y esos concursos de lanzamientos de huesos de aceitunas, que también hay que tener estómago.