En La Peste de Albert Camus, el primer síntoma es la espantada de las ratas. En Codogno, con 14.000 habitantes y lugar del primer foco de contagio la señal la aportan las persianas bajadas, símbolo de una disciplina impuesta, pero tal vez, y sobre todo, del contagio del miedo.

Además de las persianas, están cerradas las escuelas, la estación de trenes, bares, restaurantes, salones de baile, centros comerciales, campo de fútbol, discotecas y el carnaval. Los coches pasan por la carretera colindante pero no se paran. «No se entra ni se sale», afirman las autoridades en sus ordenanzas concertadas con el gobierno de Roma. Un terremoto social y político, como fueron tal vez las pestes de antaño aunque sin redes sociales ni televisiones ni avances científicos.

«¡Rapaces!» es el epíteto más suave que algunos vecinos han dirigido a los últimos informadores que el viernes pudieron entrar en las calles de Codogno, pueblo del triángulo formado con Casalpurterlengo y Castiglione d’Adda. En el primero vivía el primero de los contagiados y su esposa, en el segundo, los padres del afectado y en el tercero se encuentra su lugar de trabajo en la industria Unilever. «Es el único foco de la región Lombardía», explica Attilio Fontana, el presidente autonómico. El otro es el Veneto.

Este domingo en Codogno no se celebrarán misas porque suponen una aglomeración peligrosa de personas, por lo menos hasta que no se hayan localizado todos los contactos mantenidos por este empleado de Unilever durante los 19 días en los que estaba infectado sin saberlo. El obispo, en el caso de que sí haya eucaristía, ha ordenado que las hostias de la comunión no se introduzcan en la boca de los fieles, sino en la mano. En esta situación, cualquier gesto puede parecer exagerado o inútil.

Algún vecino paseaba hasta el viernes con la máscara en la cara y solo se la quitaba en algún rincón para fumar un cigarrillo. «Si este es el clima que estáis creando, las fábricas no volverán a abrir», ha espetado un anciano que se declara asustado pero solo hasta un cierto punto. El 30% de las exportaciones de Italia a China salen de esta región. Si esto se alarga, el impacto económico será tremendo. No parten manufacturas hacia China, pero tampoco llegan de allí las piezas de recambio.

En la farmacia del pueblo se han terminado las máscaras y líquidos para la higiene de las manos y hasta la semana que viene no llegaran más. Si llegan, porque la reclusión, aunque sea voluntaria y solo aconsejada, de 50.000 personas en sus casas, está creando problemas de abastecimiento. Varios pequeños empresarios han lamentado incluso que los clientes no quieran siquiera recibir los pedidos ya realizados con anterioridad.

Los cerca de 150 empleados de Unilever están siendo sometidos al test analítico, así como los médicos del hospital local que visitaron al primer paciente. En Veneto son 450 las personas que se ven forzadas a un encierro obligado hasta que no sean declaradas libres del coronavirus. Es como una cadena invisible que se puede prolongar casi hasta al infinito y que resulta difícil de encerrar en un perímetro.