La fuga de cerebros de España es un "topicazo", dijo el 13 de febrero Alejandro Fernández, portavoz de ciencia del PP en el Congreso. Que se vayan investigadores españoles es "buenísimo", ya que vienen investigadores extranjeros, dijo el 12 de julio Luis de Guindos, ministro de Economía, cuya cartera incluye la política científica. Pero los datos no respaldan estas afirmaciones. De entre 400 científicos españoles en el extranjero, los que creen que van a volver no llegan a uno de cada diez. Así lo apuntan los resultados de Fuga2, un proyecto de periodismo de datos llevado a cabo por un equipo de informadores de EL PERIODICO (Elisa Vivas, Francisco José Moya y Michele Catanzaro) y galardonado el pasado 26 de junio con el premio InnovaData de la Fundación Civio y el BBVA.

El proyecto pone de manifiesto que la falta de oportunidades generada por los drásticos recortes a la ciencia (un derrumbe del 39% desde el 2009) ha creado una barrera infranqueable para el regreso de los científicos que se fueron al extranjero para completar su formación.

El 21 de mayo, los autores del proyecto pusieron en circulación en internet un cuestionario para científicos españoles que trabajan en el extranjero "a causa de la crisis". En tan solo cinco semanas, 399 investigadores respondieron. La mayoría de ellos (69,1%) creen que no volverán a España, el 32,4% dice no saberlo y tan solo el 7,5% cree que acabará regresando. "Por muy bien que me vaya en el extranjero, no hay mucho donde elegir en España: si vuelvo es porque habré dejado la ciencia", escribe en su respuesta Javier, biólogo de Sevilla afincado en Cambridge.

INDICIOS CLAROS No existen datos definitivos sobre cómo la crisis ha alterado los flujos migratorios de investigadores. Las autoridades consulares españolas no piden ni siquiera que los residentes en el extranjero declaren obligatoriamente el nivel de estudios. Según el informe Innovacef, coordinado por la Universidad a Distancia, solo el 20% de los 227 científicos españoles en el exterior encuestados consideran que podrían regresar.

En todo caso, son varios los indicadores que apuntan a que la fuga de cerebros es real. El personal empleado en I+D se redujo en España un 3,1% en el 2011, que también fue el primer año en décadas con saldo migratorio negativo. En el 2012 nacieron organizaciones de científicos españoles en Alemania y en el Reino Unido, en parte con el objetivo de cohesionar unas comunidades en crecimiento. Ante este cuadro, resulta extremadamente improbable que la pérdida de talento generado en España se esté compensando con un ingreso de talento extranjero.

La inversión estatal en ciencia se dobló en la década anterior a la crisis, pero desde el 2009 el presupuesto se ha desplomado en un 39%. Esto se ha reflejado en un bajón notable en las oportunidades de trabajo para los investigadores. En el 2008, el CSIC ofertó 267 plazas: en el 2013, solo 13.