Ex dictadores, traficantes de droga y antiguos lacayos de las mafias chinas son los patriarcas de algunas de las familias más ricas del Sudeste Asiático, donde viven como reyes, al margen de la pobreza que afecta a la mayoría de los habitantes de la región. Por sus estrechas relaciones con regímenes políticos corruptos que necesitan de su apoyo para perpetuarse en el poder, llevan décadas ampliando sus fortunas y reforzando su control sobre sectores enteros de la economía, mientras se esfuerzan por disipar las dudas sobre el origen ilícito de su patrimonio.

Algunos de ellos tienen órdenes de detención en vigor en el extranjero por tráfico de drogas o asociación con criminales, pero en sus países campan a sus anchas, pues se saben más poderosos que cualquier gobierno que intentara echarles el lazo. Uno de los caciques locales más conocidos de Tailandia es el sanguinario Somchai Kunplome, alias "Kanman Poh", a quien los tribunales acusan de haberse hecho multimillonario mediante la compraventa fraudulenta de terrenos y el contrabando. En 2004, fue condenado a 25 años de prisión por haber ordenado el asesinato de un rival político, pero hace dos años se esfumó sin dejar rastro y actualmente se cree que vive oculto en algún lugar de su feudo en la provincia de Chomburi. Dos hijos suyos llegaron a ser ministros de Tailandia.

Los dirigentes más corruptos del mundo

Indonesia lleva una década luchando por recuperarse del legado de malversación de fondos del régimen del general Suharto, fallecido el pasado enero y cuya familia sustrajo 35.000 millones de dólares de las arcas del Estado a lo largo de 31 años, según los fiscales que llevan una década investigándoles. Suharto encabezó durante décadas las listas de dirigentes más corruptos del mundo y murió sin haberse sentado en el banquillo de los acusados por cualquiera de las decenas de procesos judiciales abiertos contra él por malversación de fondos públicos.

Los amigos del líder indonesio han podido eludir a la justicia porque tienen depositado su dinero en bancos de Singapur, considerada la nación con menor índice de corrupción de toda Asia, según la organización Transparencia Internacional. Sin embargo, Amnistía Internacional ha denunciado que el opaco sector financiero de "la Suiza del Sudeste Asiático" ha propiciado algunas de las mayores fortunas de la ciudad-estado, como la de la dinastía Wee, dueña del Overseas United Bank.

Uno de los hombres más ricos de la vecina Malasia es Tiong Hiew King, implicado por varias ONG en la tala ilegal de madera en los bosques de Papúa-Nueva Guinea. En Filipinas, más de la mitad de la economía es controlada por una oligarquía tradicional formada por unas 20 familias de origen chino o español, que se enriquecieron bajo los paraguas de la elite colonial y la dictadura de Ferdinand Marcos.

Notorio socio de Marcos fue Lucio Tan, magnate del ron y el tabaco asociado a las temibles tríadas en la provincia china de Fuxian. Con un patrimonio reconocido de 1.500 millones dólares, el Ejecutivo filipino le reclama varios miles de millones de empresas que su mentor le entregó supuestamente como testaferro.

Los regímenes comunistas de Laos y Vietnam tienen en común que las mayores fortunas pertenecen a altos funcionarios del partido y hombres de negocios asociados a ellos, mientras la censura impide que salgan a la luz casos de masivo enriquecimiento ilícito. En la empobrecida Camboya, el multimillonario Theng Bunma compagina su labor oficial de presidente de la Cámara de Comercio con la de líder de una red internacional de narcotráfico según la Agencia Antidroga de Estados Unidos.

Amigo personal del general Than Shwe, jefe de la Junta Militar de Birmania (Myanmar), Tay Za es el empresario más adinerado del país y en cuyas minas de gemas se obliga a los trabajadores a consumir drogas para aumentar la productividad, según la organización Human Rights Watch.

Excepciones

Sin embargo, también hay millonarios sin tacha. Según la última lista de la revista Forbes, la mayor fortuna del Sudeste Asiático y única de la región entre las cien primeras del mundo supera los 10.000 millones de dólares y corresponde al malasio de origen chino Robert Kuok, que no parece esconder secretos de su pasado.

Kuok, de 85 años, se hizo de oro en los años 60, cuando el Gobierno le concedió un monopolio sobre las refinerías de azúcar. De ahí dio el salto a otros negocios hasta crear un emporio que incluye una inmobiliaria, plantaciones de aceite de palma y astilleros, entre otras cosas.

Finalmente, el petróleo del diminuto Brunei creó en su día al hombre más rico del planeta sin necesidad de meterse en negocios sucios: el sultán Hassanal Bolkiah no figura en la lista de Forbes pero su patrimonio se estima en casi 18.000 millones de dólares.