A primeros de año viajó a Haití para ayudar a los damnificados por el terremoto. Hace una semana volvía a la isla caribeña para auxiliar a los nativos con la epidemia de cólera que sufren. Tenía los billetes, pero diversos problemas le han impedido viajar allí. Y ya puestos, ¿dónde podía echar una mano aplicando sus conocimientos médicos? Qué mejor sitio que Senegal, un país que conoce y donde siempre hay necesidades que atender.

El traumatólogo cacereño Juan José Domínguez se encuentra estos días en el poblado senegalés de Keur Kab, a 250 kilómetros de Dakar, donde han instalado un pequeño hospital, "que aunque es precario, ayuda a esta gente en momentos difíciles".

Los senegaleses están sufriendo, como cada año después de la estación de las lluvias, una epidemia de malaria, "que este año es más virulenta, aunque por suerte, hace días que no muere nadie", confiesa a este periódico a través de internet. Sin embargo, afirma que dos voluntarios se han tenido que volver a España al sufrir también ellos "la maldita enfermedad".

El hospital de Keur Kab, un poblado de unas cien cabañas de pajas y palos, está muy próximo a la ciudad santa, "enormemente religiosa del islam", de Touba. "Los habitantes --afirma Domínguez-- son muy creyentes y respetuosos, pero alejados del fundamentalismo de otros de la misma religión".

Los nativos, "gente cariñosa y amable, aparentemente felices y siempre sonrientes", tienen prohibido el alcohol y el tabaco.

La vida en esa zona de Senegal, según el médico extremeño, no tiene nada que ver con el mundo occidental. "Cualquier error nuestro, ya sea porque te equivocas de vereda o al menor aspaviento frente a los mosquitos, es motivo de regocijo para ellos".

En su crónica sobre la vida en Africa, Juanjo Domínguez destaca la "actitud cálida, pero de superioridad, que esta gente tiene frente a nuestros miedos y recelos; poseen un aire de suficiencia real y se burlan cariñosamente de nuestra debilidad".

Esa felicidad, a pesar de no contar con los medios de los países desarrollados, es real, tal y como relata el doctor Domínguez. "Juegan y se ríen por todo. Un simple palo o cualquier cacharro les distrae. Corren con el ganado con los pies descalzos entre cañas y espinos, sin lastimarse. Caen y se levantan. Y si no lo son, aparentan una felicidad que ya quisiéramos nosotros".

Finalmente, Domínguez se pregunta "si estamos haciendo bien con nuestra presencia en Senegal, introduciéndoles en un mundo que ellos imaginan ideal, sabiendo nosotros que no lo es; y mostrándoles un mundo tecnológico y de falso confort".

No obstante, para los nativos que han tenido la suerte de recibir ayuda sanitaria y mejorado su dolencia, "sí hemos sido imprescindibles. Eso nos reconforta y es la razón para seguir ayudándoles".