Los bosques virginales de oyamel, un abeto nativo del centro de México, se han convertido en un ejemplo de buenas prácticas en la lucha combinada contra la deforestación y el cambio climático, como han destacado diversas sesiones en la cumbre de Cancún. La clave han sido unos singulares lepidópteros.

Todos los años, millones de mariposas monarca emprenden un espectacular viaje entre sus áreas de cría en Canadá y el norte de EEUU y los territorios de invernada en el estado mexicano de Michoacán. Para los indígenas tarascos, las mariposas simbolizan las almas de los antepasados que regresan por Todos los Santos.

El problema de las últimas décadas es que los oyameles, donde las mariposas encuentran refugio, estaban desapareciendo a marchas forzadas debido a las talas indiscriminadas para obtener madera y cultivar la tierra. "La deforestación era muy elevada", explica Jorge Rickards, director de Conservación de WWF-México.

Siete años han obrado el milagro. La mariposa sigue en peligro por una conjunción de factores difíciles de precisar, pero la deforestación se ha reducido un 90%.

"Las comunidades locales han visto que conservar sus bosques les resultaba provechoso", prosigue Rickard.

Ello ha sido posible gracias a los fondos aportados por diversas empresas y fundaciones privadas, y posteriormente por los gobiernos regional y federal. Muchos lugareños trabajan ahora en la conservación de los bosques, en un vivero vegetal auspiciado por WWF y en un programa que empezará en el 2011 para plantar 12.000 oyameles. También está emergiendo el turismo.

La negociación

Este es uno de los modelos en los que se basa el programa REDD sobre reducción de emisiones por deforestación y degradación forestal.

Lo impulsa la ONU y, según las negociaciones de estos días en Cancún, se trataría de que las empresas o los estados pudieran compensar sus emisiones de CO2 a cambio de apoyar programas de ayuda forestal en países desfavorecidos.

Diversos estudios calculan que la deforestación, especialmente de los bosques tropicales, es responsable de entre el 12% y el 15% de las emisiones mundiales de CO2, tanto como todas las emisiones generadas por al UE o por el sector del transporte mundial.

Los árboles funcionan como un captador de CO2 que lo transforma en materia vegetal. Cuando la madera se quema, el CO2 vuelve a la atmósfera.

En el caso de Michoacán, el éxito se ha fundamentado en las donaciones altruistas, pero el objetivo de la ONU es un auténtico contrato mundial.

El informe Stern hablaba de al menos 3.000 millones de euros anuales para los ocho países responsables del 70% de las emisiones derivadas de la deforestación, encabezados por Indonesia y Brasil.