El lobo se convirtió en el mejor amigo del hombre en un complejo proceso de domesticación que se inició en Europa, y no en Asia, y que llevaron a cabo pueblos nómadas dedicados a la caza y la recolección en un periodo muy remoto, hace entre 32.100 y 18.000 años. Con posterioridad, acompañando a los humanos en sus desplazamientos, los perros se expandieron por el resto del mundo, incluida América.

Esto es al menos lo que sostiene un estudio internacional que ha comparado el ADN de cánidos de orígenes dispares, tanto actuales como fósiles, con el objetivo de desentrañar el árbol evolutivo y el origen geográfico de los perros. Los detalles de la investigación se han publicado en la revista Science.

¿Qué llevó a un carnívoro esquivo a convertirse en un compañero fiel del hombre? Hasta ahora se pensaba que los primeros perros surgieron en Asia, probablemente en Oriente Próximo o China, como consecuencia del proceso de sedentarismo que los humanos iniciaron hace unos 10.000 años con el descubrimiento de la agricultura. Los lobos se habrían acercado a las aldeas atraídos por el olor -por ejemplo, de la comida abandonada en la basura- hasta acostumbrarse al contacto visual.

Según la nueva hipótesis, la comida también habría sido el reclamo, pero los lobos habrían seguido a los clanes nómadas en sus desplazamientos. En cualquier caso, en el fondo se trata de especulaciones: «No sabemos quién, si el hombre o si el lobo, habría ganado más con la interacción», asume Jennifer Leonard, investigadora del CSIC en la Estación Biológica de Doñana y coautora del trabajo. La investigación ha estado encabezada por Olaf Thalman, de la Universidad de Turku (Finlandia).

El estudio ha analizado el ADN mitocondrial de 18 cánidos prehistóricos hallados en yacimientos de Alemania, Bélgica, Suiza, Rusia, Estados Unidos y Argentina, y lo ha comparado con un exhaustivo conjunto de perros de diversas razas, lobos y coyotes actuales. El ADN mitocondrial es una herramienta muy útil en estudios de biología evolutiva porque varía muy lentamente con el paso de las generaciones.

«Hemos visto que los perros actuales están estrechamente emparentados con los cánidos prehistóricos europeos. Y ese parentesco es mayor que el que existe entre los cánidos prehistóricos europeos y los lobos asiáticos», explica Leonard. «En cualquier caso -añade-, seguramente fue un proceso de domesticación que se reprodujo en varios enclaves de Europa».

Diversidad de razas

La investigadora del CSIC considera que algunas de las características que asociamos con los perros y no con los lobos debieron de surgir poco después de la domesticación, como la mansedumbre y el pelaje más claro, pero otras es probable que sean mucho más recientes, como el pelaje menos abundante o la capacidad para el pastoreo.

Y en cuanto a las enormes diferencias que se observan entre los perros actuales, la investigadora considera que son resultado de mejoras genéticas impulsadas por los humanos, más que de diferencias procedentes de sus ancestros lobos. «No podemos decir que los perros de una región o de una raza en particular están más estrechamente relacionados con una determinada población de lobos. Todos los perros están más estrechamente relacionados entre sí que cualquiera de ellos con los lobos actuales".