Mi maestro. Maestro por excelencia. Pero te voy a tutear, Antonio, porque te considero mi amigo. ¿Cuántas veces nos hemos juntado a tomar los vinos y no me dejabas pagar ninguna ronda? Me decías, --te he invitado yo-- y así todas las veces.

¿Por qué me sé los ríos, el relieve? ¿Por qué no pongo faltas de ortografía? ¿Por qué aprendí los verbos, los quebrados (hoy fracciones), los decimales, el sistema métrico decimal, la historia Sagrada?

Todo gracias a tus sabias y constantes enseñanzas.

Miércoles por la tarde los dictados, los famosos y genuinos desafíos los viernes, rebuscábamos las preguntas para ponernos los primeros.

Antes del recreo las típicas cuentas, el problema chico, el problema grande, los hacíamos cuanto antes para salir a jugar y comernos el cacho de pan.

--Por Carnavales decimales, decías.

Cuando salías de paseo íbamos tus alumnos a darte las buenas tardes, había respeto.

La anécdota del juicio que se celebró en tu escuela, yo no estaba porque era más chico pero me lo han contado y creo recordar que era porque te habían robado un paquete de ducados y había que averiguar quién había sido, se formó un jurado con su fiscal, juez, abogados, testigos... lo que no recuerdo fue lo que salió del corcho.

Os decía vuestro maestro Telesforo, cuando os salgáis de escuela y estéis por esos mundos, escribidme los sábados para tener noticias vuestras, tú también se lo decías a tus alumnos y algunos de ellos no han dejado de hacerlo.

No sé qué opinión tendrá la gente de ti, pero para mí has sido una persona excelente y un gran profesional con más de 40 años dedicados a la enseñanza.

Descansa, Antonio. Amigo. Se nos ha ido un maestro.

Félix Solana

Acehúche